…Jueves, veintidós: el desenfado de la tarde-noche anterior se torno en malhumor y desconcierto. Repetía constantemente su deseo de salir de allí. Esa cama y esa habitación eran su desgracia y su condena. Nos urgía a todos los que entrábamos en la habitación: vámonos ¿no vamos ya, no? Cuando comprobaba que no sería así su enfado estallaba. Si sólo había un acompañante a su lado se lo dejaba muy claro: -si te duermes, me desataré y me iré-. Para él, la enfermedad sólo era consecuencia de estar en el maldito hospital. Decía: «intentan decirme algo que no me creo». Y así siguió, como en los últimos días, haciendo planes para cuando saliera ya recompuesto. Esa fuerza mantenía a la «siniestra» desorientada y alejada. Por el momento…
10 ENERO 2012
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