…El cura borracho balbuceaba y se removía torpemente por los efectos de la descomunal y terapéutica borrachera. Al menos había conseguido una pequeña y engañosa tregua, y que su conciencia aflojara la presa que había hecho en su alma. Más tarde, cuando la ofuscación etílica cediera, el dolor volvería con él, incesantemente; pero yo, ya me habría ido y olvidado del abandonado e indefenso individuo, durante tanto tiempo obcecado en vivir de espaldas a la vida, aferrado a incalculables y malignas mentiras. No hay paz para nadie y todas las elecciones tienen un precio. Siempre.
30 MAYO 2013
© 2013 pepe fuentes