26 JUNIO 2014

…Después, a la plaza principal del evento Greco, la de la Catedral. Paré, claro, y me dediqué a seguir fotografiando reproducciones de El Greco, y una vez más, me reafirmé en mis ya confirmadas sospechas: él ha sido el pintor más vanguardista de la historia de la pintura en esta ciudad, lo fue y hoy nadie le ha superado en eso. «Contemporáneo» siempre, entonces. Pintores que podrían considerarse contemporáneos porque aún están vivos, aunque vejestorios ya, realizaron una obra, multitud de veces expuesta en galerías de la ciudad, que pasaba por lo último en cada momento, pero que no fueron otra cosa que más subrayados de las corrientes imperantes entonces: abstracción, informalismo, etc., el chapuceo de moda que tocaba (neovanguardistas, tal vez). Sin embargo, hubo otros, no tan destacados pero para mí más interesantes, como Pablo Sanguino, Suzanne Granje, mi amigo Masao Shimono que sí que se atrevían a hacer cosas muy personales, radicalmente diferentes, pero esa es otra historia. A medida que avanzaba por las sinuosas calles seguido de mi traqueteante maleta, con el trípode en su funda colgado del hombro, pensaba y pensaba en mi quimérico e imposible propósito y tuve la sensación de que algo fundamental estaba fallando y no podía ser otra cosa que todo era mentira, sí, la «contemporaneidad» era una insoportable y obvia futilidad. Todo y nada es contemporáneo. El sentido está en otra cosa, en otra parte…