9 OCTUBRE 2014

© 2001 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2001
Localizacion
Desierto Tabernas (España)
Soporte de copias
ILFOBROM GALERY FB
Viraje
SELENIO
Tamaño
46,5 x 58,2 cm
Copiado máximo en soporte baritado
5
Copias disponibles
5
Año de copiado
2002
Fecha de diario
2014-10-09
Referencia
758

DIGRESIÓN SIETE: Butcher’s Crossing, de John Williams.«No tuvo apenas empacho en admitir para sus adentros que ambas pasiones habían sido fruto de la vanidad». J.W. Nada más terminar Stoner comencé esta otra novela, de muy distinta temática (inmediatamente  continuaré con El hijo de César, que, contextualmente, nada tiene que ver con las dos anteriores). Williams ha sido un súbito, inesperado y felicísimo descubrimiento literario del que no me desprenderé hasta que acabe con sus novelas. Su estilo y forma es preciso, atento a los matices, no falta ni sobra nada y sus recursos son los justos para hacerte comprender sutil y sofisticadamente el alma de sus criaturas. Pleno de finura y sugestión para leer entre líneas la vida, llega al fondo de lo mejor y lo peor, con naturalidad y sin concesiones a nada que no sea la historia esencial y desnuda que cuenta. Es uno de los autores en los que más he percibido y disfrutado de una orquestación de palabras en las que se combina el fondo y la forma genialmente (a pesar de las no muy afortunadas traducciones). No, no hay tregua, ni negociación, ni concesiones al adorno inútil. En esta novela hay naturaleza, paisajes, dificultades con los elementos y hombres entregados a muerte a lo suyo. Es un Western duro y con sabor amargo a verdad. Williams aplica una lupa en tercera persona a lo que hacen tres de los personajes, y, además, otra más atenta e intensa a las sensaciones y emociones de un cuarto, el protagonista. El resultado es un relato épico, vibrante y perturbador. El metafísico transcurrir del tiempo y el destino, el juego entre la vida y la muerte determinado por el azar en tan solo unos segundos hacen de la lectura de esta novela una experiencia absorbente. Y especial.«Le invadió una tristeza ambigua, como un anticipo de la pena; se puso a pensar en su padre, y aquella figura enjuta y austera pasó como un desconocido ante los ojos de su mente para desvanecerse, intangible, en una niebla gris. Un espasmo de pesar y compasión le hizo cerrar los ojos, y con aquel ligero movimiento de los párpados, la oscuridad se manifestó bruscamente. Supo que no iba volver…» John Williams

Pepe Fuentes ·