Pienso mucho, con mi renqueante inteligencia, en la más pura esencia del quehacer fotográfico y, dependiendo del momento en que me encuentre, me da por suponer unas cosas y, no mucho después, otras. A propósito de mi trabajo de ahora mismo en el «cuarto oscuro» las reflexiones, que también me salen oscuras, me hacen pensar que el único sentido de la fotografía es la interminable declinación con el paso del tiempo (lo del espacio no lo entiendo muy bien ahora, a no ser que lo revista con la piel del tiempo). Una fotografía, una vez ultimada, se convierte en un artefacto autónomo y diabólico de efecto retardado, me parece. Siempre termina estallándote en la cara. La perversión radica en que es indestructible, nada se puede contra ese testigo. En resumen, el alma de la fotografía o es tiempo o no es nada, una cáscara vacía y eso es lo único esencial de mi esfuerzo. Yo estoy constituido por mis fotografías, las que voy haciendo a los demás y a mí mismo; las que hago a otros motivos, aparentemente diferentes, están creadas con el mismo aliento, aunque en el momento no me dé cuenta. Sin ese afán, que en definitiva es la conjugación irregular de la vida, no encontraría mucho sentido a casi nada…
2 ENERO 2015
© 1982 pepe fuentes