27 AGOSTO 2015

…Lo que vimos en Segovia nos resonaba porque tenía mucho que ver con nuestra propia ciudad. Nuestra mirada está acomodada a ciudades castellanas de menos de cien mil habitantes, que tuvieron sus momentos estelares desde los siglos catorce al diecisiete, y luego nada de nada. Ahora son ciudades adormecidas y desoladoramente aburridas, pero eso a nosotros nos trae sin cuidado. En este breve viaje de distancia justa, vivimos en la superficie de la ciudad el viernes por la noche y el día siguiente, sábado. Solo caminamos por calles y plazas. No cruzamos ningún umbral, salvo el de un restaurante ubicado en un escenario singular, el patio del palacio episcopal, donde nos sirvieron una comida infame. No cruzamos palabra con nadie, salvo con los camareros a los que pedimos de comer y beber y ya está. Nos gusta hacer eso, mirar, fotografiar (si hay razones para hacerlo), comer y beber y charlar entre nosotros. También nos agradaría intercambiar algunas breves palabras con gentes desconocidas que nos resultaran interesantes a primera vista, pero no solemos cruzarnos con ellas y si alguna vez sucede son ellos a quienes no les interesamos en absoluto. En fin, el silencio con el mundo preside nuestros movimientos (seguiré con este relato breve pasado mañana)…
“Incierto es, en verdad, lo porvenir. ¿quien sabe lo que va a pasar. Pero incierto es también lo pretérito, ¿quién sabe lo que ha pasado?” Antonio  Machado