DIGRESIÓN UNA (1ª). Arenas Movedizas. Henning Mankell (2015).
Era imposible que dejara pasar unas memorias escritas después de que su autor conociera un cercano y fatal desenlace para su vida. Le diagnosticaron la presencia de su ejecutor el ocho de enero de dos mil catorce y falleció el cinco de octubre de este año (veintiún meses después). Cuenta Mankell del día que recibió la noticia: «Después, mientras esperábamos un taxi (con Eva Bergman, su mujer) en la fría mañana invernal, no hablamos mucho. Yo creo que no dijimos nada». En el capítulo siguiente habla de un cuadro de Jonas Durch, que representa la familia del pastor Gustaf Fredrik Hjortberg, en la que están presentes tanto los hijos vivos como los ya muertos en el momento de la pintura. Son varios los resucitados para la ceremonia pictórica con la imagen del momento de morir (últimamente me persigue el fenómeno de los resucitados y siempre con la imagen última, por eso yo no quiero resucitar). Desasosegante. Sigue Mankell en capítulos posteriores: «…Cuando me dieron el diagnóstico de cáncer, fue como si la vida se encogiera. Escaseaban las ideas, una especie de paisaje desértico se me extendía por dentro, en la cabeza…Me llevó diez días con sus noches, con muy pocas horas de sueño, mantenerme en pie y no quedar paralizado por el miedo que amenazaba con destruir toda mi capacidad de resistencia…Al final logré trepar como pude para salir de la arena y empecé a enfrentarme a lo ocurrido»…
13 NOVIEMBRE 2015
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