ALGUNAS COSAS QUE ME PASAN CUANDO ME ATREVO A SALIR A LA CALLE II: Unos minutos más tarde, muy aliviado ya por haber finalizado el engorroso trámite, abandoné la clínica y me dirigí a una cafetería a desayunar. En una ligera cuesta abajo resbalé (había llovido) y cuando estaba a punto de darme un monumental «culetazo» apoyé una mano en el suelo que me sirvió de trampolín para recuperar la verticalidad de forma prodigiosa, como en un asombroso ejercicio de gimnasia artística. Me quedó muy bonito. Pero creo que no lo vio nadie, porque aplausos no recibí. Una pena. En la cafetería, muy contento con mi pasmoso alarde sin daño, pedí un café con leche y unas tostadas con aceite y tomate. Muy ricas. Los dos camareros de servicio charlaban. Uno le dijo al otro: -anoche me desperté a las tres y como no conseguía volverme a dormir, leí hasta las seis- Levanté la cabeza vivamente interesado porque esperaba enterarme de las portentosas lecturas del isomne camarero. Seguro que tendrían que ser interesantes, aunque solo fuera porque el tiempo de lectura correspondía a un vocacional y apasionado lector. Pero, para mi desoladora decepción al otro camarero las lecturas de su compañero le importaban una mierda, también las causas de su insomnio porque no le preguntó. Sin embargo, a modo de contestación le habló de a la hora que se despertaba él. Me desentendí de su diálogo de sordos. Así suelen ser los desatentos modos sociales. Claro, yo no me atreví a preguntarle por sus lectores desvelos porque no le conocía de nada…
19 NOVIEMBRE 2015
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