29 DICIEMBRE 2015

© 2015 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2015
Localizacion
Munich (Alemania)
Soporte de imagen
-120 MM- ILFORD DELTA 3200
Fecha de diario
2015-12-29
Referencia
7153

FATALISMO IBÉRICO. «La historia se repite, primero como tragedia y después como farsa«. Karl Marx. El día veinte hubo elecciones en España, mi país (que no mi patria). No voté. Era imposible. Mi objeción de conciencia, no se sí ética o estética, me lo impidió; y no, no es que pensara que estaba por encima de las opciones y candidatos que se ofrecían, no, que va, simplemente es que tampoco me sentía por debajo. Las ofertas de esas gentes, los políticos, no podían ser más desoladoramente imprudentes e interesadas. Además, me parecía que presagiaban grandes desgracias. Y sí, se cumplieron las peores previsiones: imposible que el resultado resultara más absurdo. La ingobernabilidad está servida, como en los dos procesos republicanos ya vividos. Estamos abocados a la farsa trágica, me temo. No somos europeos septentrionales, gentes más cultas, acostumbradas al diálogo y la convivencia civilizada, plenamente conscientes  de que la organización social del género humano debe mantenerse en los límites de cauces racionales y posibles, sin desbordamientos imparables y arrasadores. Pasionales, luego ciegos. Somos un pueblo que nos negamos la sensatez. Ya lo expresó Goya en su -duelo a garrotazos-. Aquí somos así: para qué pensar habiendo garrotes. Curioso, ahora resulta que los asimilables a los que eran llamados -perro flautas, o neo-hippies, o lo que sean- y que han devenido en «brillantes políticos de futuro» tienen la llave de la gobernabilidad de un país de más de cuarenta millones de habitantes del primer mundo. Estos «pajaritos» confunden el –culo con las témporas-. No dan más de sí porque no se han enterado que el asunto público no va de idealismos utópicos y demagógicos, sino de administrar ponderadamente escasos recursos materiales y culturales. Goya fue compasivo con este país en sus pinturas negras porque ahora somos más incapaces y siniestros de lo que esas convulsas obras muestran. Así no hay quien vote, yo desde luego no. Lo único que espero de los políticos es que sean gentes muy evolucionadas culturalmente, pulcros (que se laven y corten el pelo a tiempo para que al menos huelan bien y disimulen la caspa), que trabajen como eficacísimos y asépticos gestores y que no se metan en populismos, politiquerías y demagogias para incautos. Ah, y que protejan y promuevan la libertad personal de todos con uñas y dientes. Así, todo el mundo podría realizar su obra personal, que a fin de cuentas es lo que constituye la vida, en paz, sin estúpidos y suicidas sobresaltos. A mí, de los políticos, solo me pueden satisfacer la honradez y los excelentes resultados. Nada más. Ni siquiera quiero saber sus nombres y, mucho menos, sus amaneradas y alienantes ideologías. Quizá esta fórmula se podría parecer a una dictadura tecnocrática y utópica aunque siempre y necesariamente plena de libertades individuales porque si no tampoco serviría. De cualquier modo, la preferiría al aquelarre distópico que soportamos ahora. La desmemoria histórica nos colocará a las puertas de la primera república (1873), o de la segunda (1931), ambas de infausta memoria, con su federalismo y cantonalismo de pacotilla que nos abocó a disputas y guerras sin sentido (todos contra todos). Resulta todo tan ridículo e insuficiente. «Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla». Marco Tulio Cicerón 

Pepe Fuentes ·