23 MARZO 2016

© 2016 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2016
Localizacion
Toledo (España)
Fecha de diario
2016-03-23
Referencia
5281

LAS OVEJAS MILENARIAS I (viene de ayer). Dejé los rollos secándose y me fui con Charlie Brown al campo. En coche. La bicicleta en el maletero y Charlie en los asientos traseros, todos para él. Llegamos a un camino abandonado. En los últimos tiempos eran las casas y ahora son los caminos lo que más me interesa; pero eso sí, todo abandonado. Iniciamos la marcha, en bicicleta yo, corriendo a su aíre «El Chuchi». Avanzamos durante cinco o seis kilómetros con un molestísimo aíre frío en contra y volvimos. El paisaje era adusto, seco, sin concesiones a entretenidas retóricas descriptivas. Paisaje abandonado, como el camino y como nosotros. Las confluencias no son gratuitas, casi siempre guardan dentro su propia coherencia y equilibrio. Si estábamos allí y no en otro sitio era por algo. Pronto comenzaron a sucedernos las cosas que nos son propias al «Chuchi» y a mí: él, se perdió buscando desesperadamente fantasmales conejos abandonados y yo, a perder mis inútiles gafas de sol que llevaba colgadas de algún sitio de mi ropa. No me las puse porque encima solo teníamos nubes plomizas y amenazantes. Sí, hasta tres veces se me perdieron en el absurdo paseo. Cuando me daba cuenta, volvía pedaleando esforzadamente por el maldito aire frío que siempre me encontraba de frente y allí estaban, en el camino, caídas, y así una y otra vez. Hay que ser muy idiota para repetir varias veces lo mismo en un solo recorrido. También Charlie Brown se perdía durante bastante tiempo y distancia y luego volvía a aparecer por el sitio menos pensado. Le echaba una bronca tremenda, el me escuchaba (supongo) aplastado por la impresión que debía causarle mi enfado y el carácter que imprimía a la reprimenda y luego, cuando terminaba mi indignada perorata, se levantaba del suelo, daba media vuelta y se volvía a largar a lo suyo, como si nada hubiera pasado. Después de un buen rato volvía muy apurado como diciéndome que no lo volvería a hacer. Así son nuestros atribulados paseos…    

Pepe Fuentes ·