EL DICHOSO TRÁMITE II. …De pronto, me sentí contento porque había pasado la prueba correctamente, sin un solo fallo. Me habría apetecido cruzar alguna broma con la desvaída funcionaria, pero no me gustaba y a mí, si alguien no me gusta, no me sale charlar y mucho menos bromear. El caso es que me habría encantado decirle a la desenfocada funcionaria lo transcendente que era para mí ese trámite y lo pesaroso que me sentía. Sí, porque se acababa una situación de un cierto privilegio: cobrar sin tener que trabajar. Bien es cierto que era porque para la empresa que lo hacía consideró más prudente y ventajoso pagarme por nada que correr el riesgo de que me acercara a sus asuntos, desaire que no les tuve en cuenta porque a mí entonces me interesaba más jugar a ser artista, aunque eso tampoco funcionó, pero todavía no lo sabía. Sí, me habría encantado que la funcionaria me hubiese gustado un poquito y se hubiera mostrado amigable porque, a fin de cuentas, ella era La Caronte que me llevaría a la otra orilla, y qué menos que una pequeña y acogedora charla cómplice. Supongo que por su parte fue porque a ella le gusté tan poco como ella a mí. Sí, esa calurosa mañana había dado el primer paso para acabar para siempre con una fantástica situación en el mundo; hasta ayer mismo, si alguien me preguntaba a qué me dedicaba, contestaba lo primero que se me ocurría: artista, mantenido, vago, inadaptado y cosas así. Una pena. Si finalmente me aceptan la solicitud ya no podré enrollarme con bobadas y gracietas porque solo seré un damnificado (pensionista creo que lo llaman) del estado y muerto para todo lo demás. El sistema deseará quitarme de enmedio cuanto antes pero no lo tiene tan fácil como la empresa que me espabiló, no, esta vez tendrán que esperar a que me muera. Ah, y lo que es mucho peor, a partir de que me acepten ya solo seré una cosa hasta el final de los tiempos: jubilado. El orden del mundo estrecha su cerco, estoy rodeado, sin salida y casi con la soga al cuello. Maldita sea.
23 AGOSTO 2016
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