CUANDO ME ENCONTRABA EN CHINA, recibí un misterioso mensaje de mi amigo Carlos. Tenía que ver con el pasado, pero no supe entender su alcance. Le contesté con un mensaje que aludía a la inexorabilidad de que –ya solo somos pasado– e incluía alguna otra consideración sobre nuestra condición de vejestorios sin futuro y del enigma que eran para mí los mil cuatrocientos millones de chinos que me rodeaban y a los que nunca podría entender. Creo que no contenía ni una sola frase alentadora. Cuando volví de China le telefoneé y me explicó que su enigmático mensaje tenía que ver con un vídeo que me adjuntaba y que no recibí. No parecía que le hubiera afectado mi afectado mensaje. Mejor así. Hablamos durante media hora de las cosas que nos atañen y estuvimos de acuerdo en todo, cómo no.
2 SEPTIEMBRE 2018
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