UN VIAJE LEJANO, nada menos que a China (32) … Por la tarde volamos a Guilin. El vuelo se retrasó una hora por lo que llegamos a las nueve y media, y al hotel una hora después. Nos esperaba una guía (menos mal). La primera impresión con Nélida (el subtítulo en español de su nombre, que por cierto no era tan habitual como los otros) fue muy grata ya que era una jovencita (25 años) muy sonriente, simpática, de cuerpo escueto, que enseguida se esforzó en darnos la máxima información sobre la ciudad, historia y costumbres. Dejamos las maletas en el hotel y salimos a cenar al Iris Bar, que nos recomendó nuestra nueva guía, cercano al hotel y a la plaza de la fotografía de hoy. Era un restaurante en el que servían comida occidental de buena calidad y cervezas muy frías. Lo preferíamos así porque no terminábamos de entender la comida china y tampoco conseguíamos disfrutar del todo de ella. Cenamos bien y, para celebrar mi cumpleaños, nos tomamos una o dos copas de Jack Daniels. El día acabó con todo en orden y con arreglo a lo previsto. El viaje, aunque exigente por el descomunal peso que arrastraba y el calor húmedo que nos agobiaba todo el día, estaba resultando bastante cómodo y tranquilo. Pastoreados por una guía diligente e informada, no sufríamos de sobresaltos, pero tampoco de intensas emociones. Quizá el momento más emocionante, a estas alturas del viaje, había sucedido ante los guerreros de terracota de Xi’an. No debíamos desesperar, aún quedaba el Río Li y Hong Kong…
10 NOVIEMBRE 2018
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