PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo uno: Cuzco (Perú), dos de febrero, sábado
VI
“Y es cierto, asimismo, que ese despreocuparse de los otros es un modo de libertad, distinto de la huida. Huir de la mayoría silenciosa”. Luis Antonio de Villena
La noche en el hotel Amaru resultó un tanto desapacible. No dormimos bien. Nos levantamos a las cinco y media, desayunamos escuetamente en un comedor también austero, atendido por dos mujeres jóvenes, iguales, de baja estatura, caras redondas, muy morenas (clásica morfología andina). La tipología de la mujer peruana se repite asombrosa, constante y uniformemente; o al menos, con nuestra escasa información y capacidad para discernir matices, así nos parecía. La del hombre también, pero no tan frecuente y evidente. El plan del sábado era visitar el Valle Sagrado y por la tarde Ollantaytambo. Hicimos las maletas ya que teníamos que dejarlas en la consigna del hotel porque no volveríamos hasta dos días después. Nos recogieron a las siete y media para incorporarnos a un tour con un guía. El grupo se formó con doce personas de varias nacionalidades (los únicos españoles éramos nosotros), había una familia francesa que vivía en Lima (matrimonio con dos hijos adolescentes y los padres del padre); dos ecuatorianos de mediana edad, muy simpáticos, aunque no hablamos con ellos; una pareja joven argentina (ella embarazada), también de aspecto agradable, aunque tampoco cruzamos palabra con ellos; un hombre joven alemán… y no recuerdo si había alguien más, creo que no…
COROLARIO. Por timidez, o tal vez por desinterés, no somos muy dados a establecer contacto con desconocidos. Afortunadamente, a nuestros compañeros turísticos les pasaba lo mismo, así que pasamos la mañana sin hacernos demasiado caso y tampoco nos hicimos daño con innecesarias e insustanciales charlas. Nadie hizo caso a nadie. Un gusto.