PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo cuatro: Uyuni (Bolivia)
nueve de febrero, sábado
III
Desde hace bastante tiempo, llevo soportando la precariedad o fragilidad del material con el que trabajo (Mamiya) ya que las cámaras fueron fabricadas hace treinta o cuarenta años y, a pesar de la calidad de la marca, los materiales están muy fatigados. Después de cincuenta o sesenta rollos expuestos, como mucho ochenta, alguna de las partes se rompe, se avería, dice basta. Cuando la previsión es exponer más de cincuenta rollos hay que llevar repuestos, especialmente de portanegativos.
En el cementerio, una desgracia mecánico-fotográfica más. Inesperada, como siempre son las adversidades. El respaldo donde se ubica la película en mi vieja cámara grande, con un rollo a medio exponer de arrojados orientales equilibristas, decidió que hasta allí había llegado y se descompuso absoluta y cruelmente, sin el menor atisbo de que pudiera volver a funcionar. Como el repuesto lo tenía en el coche, y estaba alejado, muy enfadado abrí el mecanismo por si había alguna posibilidad de reparación y claro, el rollo se veló, y con él algunas tomas que había realizado que me habían parecido graciosas y hasta sugestivas. Me tuve que conformar con la vieja cámara pequeña. Volvimos donde nos esperaba Alberto. Cambié de respaldo y continuamos viaje hacia la segunda escala del día: un mercadillo de artesanía que tenía que ver con la sal (supongo, porque no presté atención a ninguno de los puestos de venta). Multitud de coches todo terreno que se dirigían al salar estaban aparcados por doquier.
COROLARIO. El mercado se encontraba en un poblado semiabandonado de casas de adobe y calles de tierra con socavones y grandes charcos. Al parecer, casi todos los días llovía copiosamente.