13 JUNIO 2019

© 2019 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2019
Localizacion
San Cristóbal, (Bolivia)
Soporte de imagen
-35 MM- ILFORD SFX. 200 (800)
Fecha de diario
2019-06-13
Referencia
9205

PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo cinco: Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa (Bolivia),
diez de febrero, lunes
XIV
“Los trayectos de los viajeros coinciden siempre, en secreto, con búsquedas iniciáticas que ponen en juego la identidad. Ahí, de nuevo, el viajero y el turista se distinguen radicalmente, se oponen definitivamente. El uno busca sin cesar y a veces encuentra, el otro no busca nada y, por consiguiente, no obtiene tampoco nada”. Michel Onfray

Seguimos avanzando lentamente, no así la tarde y la luz, que lo hacían rápidamente. A ambos lados de la pista se sucedían los rebaños de llamas que pastaban sin pastor, que pudiéramos ver. El cielo se oscureció súbitamente. Nubes plomizas, amenazantes, habían tomado posiciones y se cernían sobre nuestra precaria marcha. Según dijeron nuestros rescatadores quechuas, el problema era que si llovía habría que ralentizar la marcha (más todavía) porque el firme de tierra se ponía resbaloso. A las nueve menos cuarto estábamos rodeados de nubes y relámpagos. Comenzó a llover violentamente y claro, Ibrahim redujo la marcha. Las luces del coche apenas permitían ver más allá del morro y aún nos quedaban más de sesenta kilómetros. La pista de tierra se convirtió en un barrizal, no obstante había coches que nos adelantaban a toda velocidad, camiones, camionetas y todos los vehículos que circulaban en nuestra dirección. A partir de las nueve, para mí, el viaje se convirtió en un ansioso control de los indicadores de kilometraje, a las diez de la noche aún nos faltaban veinte kilómetros y seguía lloviendo con fuerza. Nos adelantó un vehículo pesado. Desesperación, no había modo de llegar…

COROLARIO: Antes de llegar a la oscuridad de la noche, atravesamos pueblos pequeños, destartalados, fantasmales, donde vivían mineros y sus familias, en el centro mismo de la nada más desoladora. No vimos a nadie. Tan solo algunos perros deambulaban perezosamente por las calles.

Pepe Fuentes ·