PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo seis: Potosí (Bolivia),
doce de febrero, martes
I
“Uno mismo, ese es el gran asunto del viaje. Uno mismo, y nada más. O poco más”. Michel Onfray
Nos levantamos antes de las siete para ducharnos (llevábamos dos días o más sin hacerlo) pero, como no paraban de asaltarnos contratiempos (eso sí, sin importancia), en este caso no había luz debido a un corte por avería general. No nos duchamos claro, no había agua caliente. Habíamos quedado con David, hermano de Alberto, a las ocho y media para llevarnos a Potosí. Cargamos el coche (turismo Toyota más bien antiguo) y nos dispusimos a recorrer los doscientos kilómetros de una ciudad a otra. Esta vez por una carretera de buen firme, bastante nueva. Amenazaba lluvia y David, un hombre quechua de en torno a cuarenta años, tenía ganas de hablar. Yo también. Desplegamos varios temas de conversación: su trabajo y experiencias de los paseos con turistas por el Salar y el Parque natural; Evo Morales y nuestra actualidad política; la peculiaridad de los idiomas autóctonos que se hablan en Bolivia (quechua, aymara y guaraní), y sobre las características del paisaje y de lo que vivían los pequeños pueblos que cruzamos. A ratos llovía. Paramos en una zona donde abundaban los cactus, con objeto de fotografiar esas raras y bellísimas plantas. Las llamas y alpacas que pastaban alrededor nos miraban curiosas. A David se le ocurrió hacernos una foto en el centro de la carretera haciendo el ganso, cosas del turisteo que a él le gustaban. Nos prestamos encantados. No había problema porque el tráfico fue prácticamente inexistente a lo largo de todo el trayecto…
COROLARIO: El paisaje montañoso era espectacular, por accidentado y por los constantes cambios de luz provocados por un cielo repleto de pesadas y tormentosas nubes. Paramos dos o tres veces. Una de las paradas (la fotografía de hoy): una pequeña población minera.