3 JULIO 2019

© 2019 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2019
Localizacion
Teatro Español, Madrid (España)
Soporte de imagen
-DIGITAL-
Fecha de diario
2019-07-03
Referencia
9153

DIGRESIÓN TRES. Mrs. Dalloway, de Virgina Wolf. Versión: Michael De Cock, Anna María Ricart y Carme Portaceli. Dirección: Carme Portaceli. Intérpretes: Jimmy Castro, Jordi Collet, Inma Cuevas, Gabriela Flores, Anna Moliner, Zaira Montes, Blanca Portillo, Manolo Solo. Teatro Español, veinte de abril. Solo los viejos vamos al teatro y, como viejos que somos, tenemos todo tipo de problemas, especialmente con la tecnología. A la señora de al lado le sonaba el zumbido amortiguado de la recepción de mensajes a intervalos regulares, todo el tiempo. Intentó parar el molestísimo inconveniente, sin conseguirlo, claro. Me han pasado cosas parecidas en otras ocasiones. Y es que al teatro solo vamos viejos ineptos. Mrs. Dalloway (Blanca Portillo), organiza una fiesta por un motivo que apenas recuerdo, pero está artificiosamente feliz por ello. Las reflexiones introspectivas de Mrs. Dalloway, a pesar de que toman corporeidad escénica con los personajes que habitan en su mundo, no consiguen cobrar vida y hacer palpitar la carne. La puesta en escena se sustenta en el encomiable planteamiento de desplegar el monólogo de la protagonista en varios planos que se superponen. Según el programa de mano, la obra habla de -feminismo, mercantilismo, bisexualidad, medicina y del vacío existencial- y sí, lo hace pero, a pesar de su aparente brillantez, solo consigue que toda esa carga transcendente se convierta en el murmullo de corifeos que no termina de ajustar. Hasta una suicida hay por culpa del maldito vacío existencial. Para conseguir algo de dinamismo argumental, los adaptadores, que no debían sentirse muy seguros con lo que habían pergeñado, incorporan a la interpretación dos o tres canciones: piano, batería, dos guitarras eléctricas y una cantante. No intuí la razón de la rítmica digresión. Quizá por lo de la fiesta. Por desgracia, la versión tiende a una plomiza horizontalidad. Mientras salía del teatro la historia se iba fugando de mi cabeza y hoy, dos días después, cuando escribo, ya casi no me acuerdo de nada. Quizá sea un problema de adaptación (el original es una novela), o quizá fuera que yo no tenía el día o que el zumbido del móvil de la señora de al lado me desconcentraba, que también. O tal vez el problema para mí fue que sobre lo que hablaban estaba demasiado apegado a mi piel y por eso no me impresionó: la frustración.

Pepe Fuentes ·