UN MOMENTO DE PÁNICO E ILUSIÓN LITERARIA…tres de mayo, por la tarde. Me encontraba en el sillón de leer donde vivo las tardes (por la noche utilizo otro). Leía Génesis, de Robert Crump, o más bien veía los estupendos dibujos (de los textos no conseguía enterarme de casi nada, por las intrincadas sagas familiares y las apariciones constantes de un Dios antropomorfo inconcebible), cuando sonó el timbre. Míster Brown comenzó a ladrar desaforadamente, como hace siempre. Descolgué el telefonillo y pregunté: ¿sí? Para saber de qué iba el asunto, ya que nunca tengo visitas. Me contestaron: -somos del juzgado y queremos entregarle una notificación-. No tengo deudas ni cuentas pendientes con nadie, por lo que pensé que ya habían descubierto mi evidente culpabilidad metafísica. Mientras me dirigía a la puerta, perplejo, pensé que era una situación espléndida para convertirme en una versión traída a la contemporaneidad de El Proceso. Por fin iba a conseguir habitar en una buena historia. Charlie y yo bajamos la escalera, yo sintiéndome Josef K. redivivo y él como su perrito (aunque el acusado no lo tuviera). Ladraba excitado. Abrí la puerta y me encontré con una mujer y un hombre, dos personas como en la célebre novela, todo parecía ir bien, el guion se cumplía, sin embargo no les pedí que se identificaran, como hizo inútilmente K. Tampoco me dijeron que estuviera detenido, como a él. Sin embargo me informaron, amablemente (no eran nada enigmáticos, como a mí me hubiera gustado), que querían entregarme la notificación de mi designación como vocal número uno para una mesa electoral de las siguientes elecciones (veintiséis de mayo). Me sentí profundamente defraudado, una vez más la odiosa y sórdida realidad había impactado en mi desprevenida y confiada imaginación literaria. No les saqué de su error diciéndoles que los personajes literarios estamos exentos de esas pedestres actividades…
16 JULIO 2019
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