19 JULIO 2019

© 2019 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2019
Localizacion
Toledo, (España)
Soporte de imagen
-120 MM- ILFORD DELTA 100
Fecha de diario
2019-07-19
Referencia
9361

RESULTADO DE LAS ELECCIONES DEL 26 MAYO. En estas otras elecciones (un mes después de las primeras), han ganado los mismos, los que ahora son considerados como los buenos: la izquierda social, o algo así. Se caracterizan por emitir un discurso buenista, al que llaman “progresista”, que a mí me provoca una genuina irritación y no por nada en especial, sino por todo, porque para empezar se apropian de una palabra a la que ellos dan una acepción literal:  “Dicho de una persona o de una colectividad: de ideas y actitudes avanzadas”; como si solo ellos fueran capaces de avanzar, cuando todos, personas o colectivos, somos supuestamente progresistas o lo contrario, dependiendo de lo que se trate y del momento o circunstancia que vivamos. En todo caso la cualidad de progresista, en la mejor acepción de la palabra, no la otorgan unas siglas de partido por sí solas, sino la ideas, los proyectos, las leyes, la gestión o las acciones concretas. Se podría decir que tan solo se trata de una convención del lenguaje, que en cierto modo lo es, pero en este caso tiene connotaciones morales e ideológicas que añaden o quitan valor. Pura y tendenciosa manipulación. En ese sentido, los partidos triunfantes enmascaran su peligrosa inclinación a conseguir el poder por encima de todo (en eso todos son iguales), declarándose únicos poseedores de la autoridad moral democrática y del sentido de la justicia y sensibilidad social. También, supuestamente, se arrogan la máxima cercanía a los valores de la cultura y la creación. Todo ello, básicamente, es mentira, porque tienen una escalofriante tendencia al intervencionismo, siempre pernicioso, que amenaza un valor de orden superior: la libertad individual. No me gustan esas gentes. La política, en esencia, debe ocuparse de la administración de los bienes comunes y legislar para proteger la libertad de pensamiento y acción de sus administrados. También procurar la formación y educación de los ciudadanos, desde una acción siempre honesta y honorable. Moralmente pulcra. Para ello, los dirigentes o gestores deben tener la mejor y máxima formación y ser capaces de supeditar sus emociones e inclinaciones íntimas (bajas pasiones) al bien común. Deben saber, por ejemplo, que la aparentemente administración “solidaria” que da muchísimos votos, sin duda, puede generar desequilibrios económicos que nos remitan a penosas crisis a todos y que a medio o largo plazo perjudiquen a más de los que hayan beneficiado interesadamente a corto plazo. Y luego, entre otras muchas cosas que podrían mencionarse, el tontorrón asunto del diálogo, otro de los caballos de batalla de esos miríficos políticos que, en la mayoría de los casos, debilita gravemente la solidez del estado, imprescindible para habitar en democracia. No, no me gustan nada los ganadores.

Pepe Fuentes ·