TEMA UNO: Evidencias de comunicación desde el más allá, por Pedro Amorós. Hombre en la cincuentena, menudo, desenvuelto, sonriente, amigable. Todo eso parecía, aunque no sé si realmente era así del todo (solo le vi de lejos). Hablaba con la seguridad de quién ha gozado cientos de veces contando algo en lo que cree. Indudablemente debe sentirse una especie de éxtasis, de gracia plena: dueño de un micrófono, ante oyentes dispuestos a creer en tu rollo, durante una hora por lo menos. Nunca he experimentado nada parecido, pero debe ser algo así como la gloria en la tierra. Este hombre de complexión breve, en una hipotética curia seguramente ocuparía un puesto próximo al de obispo, e incluso arzobispo (por algo lo digo). Con una actitud confiada y suficiente, aunque algo impostado, nos habló sobre las voces, según el título de su ponencia, que vienen desde el más allá al más acá. Normalmente, son difíciles de entender, frases cortas, a veces tan solo palabras únicas, enrarecidas por mucho ruido de fondo, como si hubieran tenido que atravesar distancias insondables y capas y capas de realidad. Sí, como de ultratumba, para entendernos. Los mensajes, de los que nos ofreció varios ejemplos, siempre son captados por medios mecánicos o tecnológicos (al parecer nunca se oyen de modo natural). Curiosa y misteriosa circunstancia, desde luego. A veces son mensajes espontáneos captados en lugares singulares, como por ejemplo un templo abandonado, o casas viejas donde haya muerto gente, después de horas y horas de esperar a micrófono abierto; y otras, más verosímiles, son respuestas a preguntas concretas a esos invisibles interlocutores; por ejemplo, a una pregunta realizada en Belchite (donde se desarrolló una cruenta batalla en la guerra civil): ¿quién ha muerto? Y una voz lejana y resonante, apenas audible, contestaba: -el cabo-. Existen cientos de miles de grabaciones contrastadas; el ponente dijo que él tiene setenta mil fichas, nada menos. No tengo ni el más remoto atisbo de duda sobre la veracidad de estas grabaciones, ni sobre que vengan del -más allá-, solo que es un fenómeno que está fuera del alcance de mi comprensión. Tampoco me importa demasiado de dónde procedan y por qué. Sin embargo, tengo un problema, y es el siguiente: como a partir de un punto crítico de esta probable realidad hay que sumergirse en la fe, es cuando yo doy un paso atrás, sencillamente, porque no creo en el más allá (ni el más acá), y mucho menos en que haya vida después de la muerte física. Amorós, como buen iniciado y hombre de vastísima experiencia, sí que creía. Lo dijo. Este buen hombre ha escrito voluminosos libros sobre el asunto: treinta años y miles de grabaciones dan para varios libros gordos, digo yo. Esta primera hora del primer congreso de algo al que asisto (ya iba siendo hora), tuvo dos problemas para mí, a saber: primero, el tipo no me cayó especialmente bien (no me gustan los creyentes) y segundo: el tema no me parece que tenga recorrido, es decir, tu escuchas una grabación, dos, setenta mil, y no te has movido ni un centímetro de donde estabas al principio. Este asunto no contiene ninguna posibilidad de evolución y progreso, sencillamente, porque no es contrastable objetivamente, más allá de la reproductibilidad mecánica…
PS: la fotografía de hoy, muy bien podría representar a alguien del más allá susurrando un mensaje a alguien del más acá (de su época), aunque ahora también esté ya muerto…
2 NOVIEMBRE 2019
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