TEMA TRES: Supersticiones viajeras, por un tal Jesús Callejo. El tema tonto, muy tonto, de la mañana. El señor Callejo era un tipo físicamente olvidable (han pasado apenas veinticuatro horas y de su careto no me acuerdo en absoluto). Sin embargo, sí recuerdo su expresión y actitud: relajado, sonriente y encantado de haberse conocido. Le presentaron como un infatigable viajero; esta abrumadora experiencia le había proporcionado, a partir de finas y sesudas observaciones, material para escribir varios libros, al parecer (en Google aparecen en torno a cuarenta, nada menos). Pues bien, este individuo debió pensar que los asistentes al dichoso congreso éramos una especie de retrasados; tal vez sí, porque soportamos una proyección de fotos (30 o 40 me parecieron) que ilustraban cómo se relaciona la gente, generalmente turistas, en las ciudades, con estatuas a las que tocan cualquier parte muchas veces, hasta desgastar la zona: una teta, o la nariz, o la polla, o los huevos a un caballo, y otros fetiches o símbolos populares, como arrojar monedas a una fuente (Fontana di Trevi, por ejemplo). Llevó su entusiasmo muy lejos, hasta mostrarnos en las dichosas fotos turísticas a familiares suyos haciendo esas gansadas. Toda la presentación de su álbum de fotos de viaje la hizo encantado, como si se lo enseñara a un vecino, recién vuelto de Roma o Múnich (la escultura de hoy, que fotografié pero que no toqué, faltaría más). A la pregunta que le hizo alguien sobre la razón de esas espontáneas expresiones y tradiciones populares, dio una respuesta genial: “no lo sé” (el mejor momento de su prescindible actuación). Tal vez porque sí, o porque “allá dónde fueres haz lo que vieres” (lo dijo, literalmente). Faltó muy poco para que nos durmiéramos. Inaudito. No, la cosa no iba bien, veríamos qué pasaba por la tarde…
4 NOVIEMBRE 2019
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