VÍSPERA DE LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR (mitad hombre, mitad Dios: nada menos que dos en uno, promoción estrella del milenario supermercado espiritual) I. Como el mes de Diciembre lo hemos considerado un mes de celebración (primer mes del resto de la vida de Naty en la que nunca más tendrá que trabajar por cuenta ajena, esperamos), hemos salido de casa a la una del mediodía, poseídos por un loco y quizá ciego afán celebratorio, a la ciudad. Me he llevado mi vieja cámara pequeña (aunque no sabía muy bien para qué). Lo primero que nos encontramos, en un paseo célebre e importante ha sido con una exposición de fotografías: gran formato en color, convenientemente encapsuladas para que soporten cualquier inclemencia y hasta la indiferencia, de una de nuestras previsibles maestras del lenguaje fotográfico, Cristina García Rodero (hay algunas más, pero ahora no vienen a cuento). Tierra de sueños, es el título; no sé por qué, a las muestras “artísticas” subvencionadas por grandes empresas hay que titularlas con nombres “poéticos” y “positivos”, como si no pasara nada. Las fotos muestran el mismo realismo sucio y tercermundista de siempre. Todo menos una ensoñación. La tal García Rodero, una vez más con lo que siempre ha hecho: fotografía antropológica, aunque no sé con qué intención y aunque ya sea tarde para ella y para todos. Debe ser porque es una fórmula que le ha funcionado y los humanos tendemos a repetir lo que mejor nos sale, aunque aburra. ¡¡¡Qué hartazgo!!! Un día de estos hablaré de fotografía con propósitos, de la que yo no entiendo una mierda (pero eso no es óbice para que lo haga, por supuesto: cuanto menos sé de algo más satisfecho me deja lo que escribo). He hecho algunas fotografías de las fotografías de la Rodero, que a su vez eran fotografías de sus fotografías. Un puñetero bucle que no nos conduce a ninguna parte, ni a ella ni a mí. Después, hemos ido a dar una vuelta, pero de eso hablaré mañana…
1 ENERO 2020
