7 ENERO 2020

© 2019 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2019
Localizacion
pepe fuentes (Toledo)
Soporte de imagen
-DIGITAL-IPHONE
Fecha de diario
2020-01-07
Referencia
9785

EL BATRACIO QUE QUISO SER CANGREJO
(metáfora navideña del reino animal)

A las doce de la mañana, la desatenta e incumplidora doctora no había aparecido. Puede que supiera operar flacideces, decaimientos y piltrafas pero de puntualidad y respeto a los pacientes no tenía ni puta idea, pensó. Su mujer tuvo que reclamar su presencia imperativamente. Llegó, pero apenas pidió disculpas. Cambió la venda y se largó. Nuestro hombre también, a su casa. El sábado por la noche fatal, muy mal. Apenas consiguió conciliar el sueño. El domingo por la noche, peor todavía. Del lunes, mejor no hablar. La cara había alcanzado un grado de hinchazón de proporciones desmesuradas, monstruosas. Cuanto más crecía más presión recibía de la venda que rodeaba la cabeza, luego más se hinchaba. Un bucle fatal. El lunes por la tarde consiguió contactar con la artífice del planchado y le dijo que no aguantaba la presión del vendaje; le contestó que sí, que lo entendía, que la venda ejercía un efecto de cincha, pero que no había otra solución. La víctima de semejante y premeditada tortura se sintió muy cabreada. El martes por la tarde tenía programada la visita a la dichosa cirujana que parecía haberse olvidado de él y su sufrimiento. Podía haber muerto asfixiado por la venda asesina, pensaba. Finalmente llegó el momento y acudió a consulta. El pusilánime paciente no se atrevió a montar una bronca monumental, quizá porque había asumido que algún precio en dolor tenía que pagar. Le quitó la venda y la sustituyó por una mentonera que el paciente ya llevaba preparada de su casa. Todo parecía indicar que habría mejoría, sin embargo, la dichosa mentonera molestaba tanto o más que la venda, la única ventaja era que ésta tenía ventanas a la calle y resultaba más aireada, que no especialmente confortable. Según le dijo la especialista en tensar pieles viejas, la jodida y agresiva mentonera tendría que llevarla como mínimo quince días a tiempo completo, y luego a ratos, durante quince días más. El asunto se estaba poniendo verdaderamente feo, muy feo. Las noches siguieron siendo tortuosas y molestas. La mañana del miércoles, después de una noche con mentonera, nuestro hombre comprobó horrorizado que la cara había mutado y ahora parecía un ornitorrinco…

Pepe Fuentes ·