2 FEBRERO 2020

© 2019 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2019
Localizacion
Toledo (España)
Soporte de imagen
-35 MM- ILFORD SFX. 200 (800)
Fecha de diario
2020-02-02
Referencia
9829

EL HIJO DEL FERROVIARIO, o cómo todo termina colocándose en su sitio II

A unos cien metros de donde vivíamos, escaleras abajo y una vez rebasado el primer tramo y cruzado la calle transversal que subía hasta el hospital provincial, la primera puerta era de una casa en la que vivía un matrimonio, algo mayor que mis padres, con un solo hijo. El padre era ferroviario y puede que trabajara en la estación que teníamos al lado mismo de nuestras casas; de ella no me acuerdo, supongo que era esposa y madre. Su hijo, dos años mayor que yo, tirando a morenito y bajito, nunca se relacionaba con ningún niño del barrio (que yo pudiera ver), por lo que empecé a considerarlo como un ser que se encontraba en otra dimensión de la realidad. De vez en cuando, lo veía entrando o saliendo de su casa y me parecía que flotaba en la materia etérea en la que habitan los seres superiores. Iba a un colegio que tenía que ver con el régimen de entonces (del movimiento, falange o yo qué sé, además ese selecto colegio estaba ubicado en un castillo muy cercano a nuestras casas, nada menos). Ese niño era tan listo, tan listo, que fue famoso: en aquellos años se celebraba un concurso televisivo, que yo debí ver en casa de algún vecino (nosotros no tuvimos televisión hasta bastantes años después), en el que alumnos de colegios de todo el país competían respondiendo a preguntas dificilísimas de esas que ni siquiera llegan a adivinarse, sobre todo para un crío desastroso como yo que habitaba en las últimas filas de tristes colegios, completamente inane y acobardado. El concurso (no me acuerdo como se llamaba) tenía el formato de partido de baloncesto, con canastas y todo en el plató, y creo recordar que, si una pregunta no la sabía responder el equipo a la que se dirigía, el otro equipo podía rebotear y anotar. Era ingenioso aquel invento. El hijo del ferroviario era el Michael Jordan del bachillerato de todo el país. En mis recuerdos está que ese niño tan listo tan listo y su equipo ganaron entre todos los colegios de España. Pero ese ser elegido para una gloria segura nunca habló conmigo y tampoco vi que hablara con ningún otro niño del barrio. Sencillamente pasaba de nosotros, como si no existiéramos. No debíamos estar a su altura, o simplemente era que nuestros indolentes haraganeos jamás podían interesar a semejante prodigio…

Pepe Fuentes ·