11 ABRIL 2020

© 2020 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2020
Localizacion
Teatro Infanta Isabel, Madrid
Soporte de imagen
-DIGITAL-IPHONE
Fecha de diario
2020-04-11
Referencia
5754

DIGRESIÓN DOS. La fiesta del Chivo, adaptación de Natalio Grueso de la novela homónima de Mario Vargas Llosa. Dirección: Carlos Saura. Intérpretes: Juan Echanove, Lucía Quintana, Manuel Morón, Eduardo Velasco, Gabriel Gabirsu, David Pinilla. Teatro Infanta Isabel, Madrid, siete de marzo. Tanto Naty como yo habíamos leído, no hacía mucho tiempo, la novela de Vargas Llosa y claro, pasó lo que era de esperar, nos aburrimos un poco. Esto me lleva a preguntarme hasta qué punto era necesario asistir a una versión de la que ya conocíamos el original. La respuesta es obvia: no hacía ninguna falta. Nos pudo la curiosidad de conocer el tratamiento que Natalio Grueso (no conocía sus habilidades), Saura, y Echanove en la interpretación, habrían hecho de una de las obras mayores de Vargas Llosa. La adaptación es digna, estimable; la dirección de Saura también y claro, la interpretación de Echanove, intensa, superior, como es habitual en él. Bien es verdad que la adaptación atiende especialmente a la tragedia humana de Urania, aspecto capital de la obra, y no tanto al esperpéntico y escalofriante personaje de Trujillo, el maldito y cruel dictador (los dictadores tienen poco recorrido literario, son tan primarios y previsibles que cansan enseguida). La novela, me emocionó en muchas ocasiones por la altísima calidad y el perfecto desarrollo literario de la obra. Especialmente en los momentos finales, cuando se acerca al primer plano dramático del desenlace contado por Urania, la hija de Agustín “Cerebrito” Cabral. Sin embargo, nada de esa emoción volvió a aparecer, aun con la participación de un Echanove entregado apasionadamente a la representación de la cruel infamia de su personaje. Para mí la obra tuvo otro serio problema: el resto de los personajes apenas si son capaces de transmitir nada: ni cinismo, ni crueldad, ni pasión, ni nada. Desdibujados, eran como comparsas que se movían en el escenario fantasmagóricamente, sin encarnadura. La puesta en escena tampoco resultó memorable. Bordeamos el aburrimiento casi todo el tiempo.

Pepe Fuentes ·