VIAJE A MÉXICO, Julio 2019
Bonampak:
lunes veintidós, por la tarde
Después de comer, el grupo de turistas nos desplazamos en varias furgonetas, por caminos de tierra irregulares, hasta la antigua ciudad maya de Bonampak que conserva unos interesantes restos. Accedimos al entorno a través de una pradera verde.
La configuración monumental y la distribución de los espacios del enclave se repetían como en casi todos los lugares que ya habíamos visitado: una gran pirámide escalonada, un espacio diáfano frente a ella, y restos de construcciones alrededor…
Mientras el guía explicaba y explicaba las características de los restos arqueológicos y la organización sociopolítica de sus pobladores, yo me dedicaba a buscar fotografías posibles, con poco éxito ya que todo estaba perfecta y pulcramente ordenado: las ruinas eran ruinas; los árboles, árboles; la selva, selva; y los turistas, turistas. Nosotros, también turistas.
No había margen para la fotografía, la sorpresa, o el misterio.
Lo que me provocó una fuerte y asombrada impresión fueron los altísimos y frondosos árboles. Fotografié encantado algunos de ellos.
A las cinco y media o seis, volvimos en las furgonetas hacia el autobús para regresar a Palenque.
El viaje se hizo especialmente largo. El ambiente en el autobús seguía siendo cordial y amigable, aunque algo más calmado, adormecido casi.
Llegamos a Palenque, de noche ya. Cada vez que el autobús paraba en un hotel para dejar a algunos de los expedicionarios, se les despedía con un aplauso.
A nosotros nos dejaron en el nuestro en torno a las nueve de la noche (y también nos aplaudieron, como si hubiéramos hecho algo de mérito).
Muy bonito y entrañable todo. ¡¡¡Viva la vida turística entre gentes amables!!! (solo de tarde en tarde, claro).
Cenamos pasta con sangría, otra vez, con el fragor de la selva alrededor. Nunca había vivido una situación y sensación semejante, verdaderamente magnífica…