19 SEPTIEMBRE 2020

DIARIO DE LAS OTRAS COSAS 5:
Domingo, treinta de Agosto.
A las nueve y media de la mañana, Charlie y yo nos acercamos a la finca que se encuentra un kilómetro más allá de la que he venido hablando, a dar nuestro paseo. Se trata de una travesía de poco más de tres kilómetros en un sentido y los mismos de regreso. Decidí tomar un camino alternativo para dar un pequeño rodeo, pero acortando el recorrido para regresar antes que otras veces, sin embargo, me desorienté, y eso me supuso caminar bastante más distancia. Todo estaba igual que siempre: nadie en el entorno, completa soledad. Tan solo vimos los conejos hiperactivos y confiados de siempre y algunos pájaros. La vegetación, escasa: pinchos, retamas, tomillo, almendros escuálidos y olivas abandonadas a su suerte. En el suelo, si miras bien, puedes encontrar trilobites (yo encontré una pequeña caracola un día), y las piedras que cubren todo el terreno están redondeadas por la acción del agua (esa tierra debió ser un fondo marino del periodo jurásico, o cualquier otro, no sé). Dado que caminé campo a través me lastimé los pies y las piernas. Nada más salir por el desvío desde la carretera, al inicio del camino, unos desaprensivos, hace unos meses, descargaron un pequeño camión de ropa y muebles desechados (fue una tarde y dio la casualidad de que los vi desde lejos). Antes de volver (ya hacía bastante calor), me entretuve en hacer algunas fotografías con lo que se encontraba allí tirado, ensuciándolo todo…