EL MAPA DE LOS DÍAS
1. LUNES (30 de noviembre)
Son las diez de la mañana y acabo de regresar del paseo madrugador con Charlie Brown. Todo ha ido bien. Me queda el resto del día para ver cómo consigo conjurar las horas hasta las once y media de la noche que me acueste. Hoy me toca cocinar: haré espinacas con gambas y pierna de cordero al horno. No espero desagradables sorpresas cocinando, todo irá bien porque los guisos ya los he hecho otras veces. El resto de las horas las dedicaré a mi New Age fotográfica y a leer poco. Siento un cierto malestar porque creo que debería leer más, y más intensamente. Lo de escribir, ni fu ni fa, es una actividad que me gusta pero tan solo como mero diletante: produzco textos sin importancia, tan solo para no perderme. Me parece que, para mi salud “espiritual”, haría mejor en leer más y escribir menos. La belleza, tan estimulante siempre, está en lo escrito por los demás: infinitas obras a las que nunca llegaré por falta de tiempo. La objeción a ese propósito está en que es necesario hacer, sencillamente porque nos constituye y perfila mejor lo que emitimos que lo que recibimos. Creo.
La fotografía: Charlie y yo paseando al amanecer. El cielo oscuro, casi negro, es porque los cielos de los lunes son así. Mi sombra también.