13 DICIEMBRE 2020

© 2020 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2020
Localizacion
Toledo (España)
Soporte de imagen
DIGITAL 5000
Fecha de diario
2020-12-13
Referencia
8193

EL MAPA DE LOS DÍAS

7. DOMINGO (6 de Diciembre).
Hoy, desayunando, me he enterado, azarosamente, de que es la fiesta de la constitución española, y me he parado a pensar durante unos instantes qué es eso de la constitución y por qué resulta un texto que se ha elevado a la categoría de sagrado. Al parecer, todo el mundo es constitucionalista o, de lo contrario, corre el riesgo de ser anatematizado y tildado de antidemócrata. Yo no. Yo no soy constitucionalista, ni mucho menos, y sí soy un ferviente demócrata liberal. Al menos eso creo. Y, desde luego, ni mucho menos un fascista, como seguro que me tildaría alguien que me oyera (como lo escribo no tengo problema, porque mi diario no es de leer). Para empezar, yo la constitución no la he leído, y creo que casi nadie lo ha hecho. Supongo que, el principio básico que establece de que el país se constituye en una monarquía parlamentaria, y algunos otros como la articulación política a través de partidos que desarrollan su actividad en plena libertad, son aspectos básicos respetables y defendibles y, supongo, que algunos otros también lo son; yo asumo todos esos valores sin sombra de duda. Pero cuidado, los padres de la constitución fueron unos nihilistas antisistema, o tal vez unos ingenuos, o lo que es peor, unos delicuescentes que hicieron dejación de sus deberes y responsabilidad de futuro. Crearon una articulación de comunidades autónomas que, más pronto que tarde, neutralizarían los principios básicos anteriores, como pasó en la primera república. Un auténtico virtuosismo de cinismo e irresponsabilidad. Con su maligno e interesado texto, condenaron al país a la autodisolución a medio plazo y se sintieron muy satisfechos y fueron aplaudidos hasta la exaltación. Los ciudadanos a lo suyo: acatar y aplaudir lo que digan los jefes. Pues bien, yo me declaro solemnemente anti constitucionalista. No me sirve una ley que se autodestruye a sí misma. Hay que cambiar ese texto endemoniado y enfermo (lleva las células cancerígenas en sus entrañas) y hacer otro nuevo que consagre la igualdad democrática de un modo unitario, sólido y fiable y hacer caer el peso de la ley sobre los traidores, sin contemplaciones. Lamento mucho, muchísimo, que, ateniéndome a la historia reciente de nuestro país, al menos la que yo he vivido, sean más respetables los llamados principios fundamentales del movimiento (franquistas), por una poderosa razón: en ese marco la ley se cumplía, aunque fuera injusta. Ahora no. No hay convivencia posible sin ley.
La fotografía: un perro enfadado y dispuesto a morder porque se ha sentido amenazado, como deberían sentirse los demócratas de este malhadado país.

Pepe Fuentes ·