EL MAPA DE LOS DÍAS
6. SÁBADO (5 de Diciembre).
Me he levantado más tarde y he salido, como todos los días, a pasear con mi perrito a un lugar conocido en la ciudad como “El Valle”, que curiosamente es todo lo contrario: unos altos con grandes piedras e ingrata y áspera vegetación de monte bajo. “Breñosos, crudos, estériles, los cerros que ciñen a Toledo, ¿qué pueden producir? ¿Para qué sirven en el finalismo planetario? ¿Qué fruto puede llevar un paisaje así, circo de cerros en torno a otro defendido por la hoz de un río de foso natural?” Jose Ortega y Gasset. Desde cualquiera de esos altozanos se divisa una panorámica de la ciudad, muy famosa como postal turística. Creo que el paraje lo han denominado con el contradictorio nombre por una ermita en la que guardan una talla a la que llaman Virgen del Valle. Así son las cosas. A mí, la ermita y la virgen me dan igual, no así el paraje, que me gusta mucho. Mientras ascendía los empinados cerros, hablaba telefónicamente con un amigo, como hacemos todos los sábados por la mañana. Constatamos que nos hemos quedado anclados en un presente sin matices, pasivo y tristón. Durante años hemos salido de fiesta todas las noches de los sábados, y ahora nos lamentamos y consolamos mutuamente porque eso ya pertenece al territorio de la memoria, a lo irremisiblemente perdido. No hay solución, ni para nosotros ni para la gente parecida a nosotros, que no sé muy bien quienes pueden ser, no los conocemos pero por ahí están, seguramente tan anonadados como nosotros. Bajé de los místicos cerros y el resto del día nada hubo digno de mención. Todo igual a todo lo demás.
La fotografía: Bajo la influencia de la conversación, las pocas fotos que realicé me salieron en un blanco y negro desilusionado, opaco y algo sombrío; salvo las encinas, que cogieron un cierto tono natural porque no tenían culpa de nada.