EL MAPA DE LOS DÍAS
43. Miércoles (24 de Marzo de 2021) y II
Deambulé despacio por el lugar. Salvo por la satisfacción de portar mi nuevo objetivo, mi cansado ánimo no esperaba nada en especial. Tampoco llevaba propósitos. Continué por un estrecho sendero hacia uno de los puntos significativos de ese conglomerado de antiguas instalaciones: una pequeña central eléctrica o algo parecido, ahora completamente arrasada, que se volcaba sobre el cauce del río. Me propuse llegar hasta la terraza adosada al fantasmal edificio y, justamente, poco antes de llegar, me tropecé con una puerta que alguien se había encargado de mantener en pie contra toda lógica. Esa composición solo podía contener el sentido de una inútil metáfora. No me la tomé en serio, aunque la fotografié. Llegué al punto al que me había propuesto para verificar lo obvio: todo había empeorado suciamente. El tiempo sigue actuando inexorablemente, también en lo que ya ha concluido.
La fotografía: La puerta-metáfora, o no, y tan solo es una ocurrencia de un bromista que no tenía otra cosa mejor que hacer, como yo, también engañosamente ocupado. Claro, mi caso se explica porque es un tema muy mío: juegos con los inesperados y peculiares encuentros.
El objetivo nuevo cumple plenamente con mis expectativas. Menos mal que algo parece funcionar, aunque no llegue a la precisa exactitud y perfección del paso del tiempo, pero claro, es que eso es cosa de Dios o de los Dioses. Nunca he conseguido entender si son uno o varios; ya en mi época preescolar afirmé solemnemente que eran tres, sin sombra de duda, lo que causó risas entre quienes me oyeron, que no entendí porque pensé que denotaba un gran perspicacia y capacidad para entender lo que me explicaban. Ahora, sesenta años después, sigo pensando lo mismo: o tres (por lo de la santísima trinidad) o ninguno. Y no me río porque no me hace ni puta gracia la proliferación de Dioses por doquier.