19 MAYO 2021

© 2021 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2021
Localizacion
TV. Película Harakiri, de Masaki Kobayashi (1962)
Soporte de imagen
-DIGITAL 12.800
Fecha de diario
2021-05-19
Referencia
9665

DIGRESIÓN UNA. Seppuku (Harakiri). Japón (1962). Guion: Shinobu Hashimoto (Historia: Yasuhiko Takiguchi). Dirección: Masaki Kobayashi. Música: Tôro Takemitsu. Fotografía: Yoshio Miyajima. Intérpretes: Tatsuya Nakadai, Rentarô Mikuni, Akira Ishihama, Shima Iwashita, Tetsurô Tanba, Masao Mishima, Ichirô Nakatani, Kei Sato.
Uno de los indicadores que me orienta sobre la importancia de una película es si al día siguiente de haberla visto la historia sigue moviéndose en mi cabeza una y otra vez. En muchas de las ocasiones es una reacción obvia, sencillamente porque se trata de obras maestras. Harakiri lo es.
Alcanza esa cumbre por todos y cada uno de los componentes que intervienen: la historia original; el guion adaptado; la dirección de Kobayashi (sobria, seca, contundente y de inmenso lirismo); la música de Takemitsu (hechizante); la fotografía de Miyahima (de purísimas tonalidades, misteriosos contrastes y sobrios encuadres); las interpretaciones, especialmente la de Nakadai, de una fuerza y profundidad dramática sobrecogedora.
Para los occidentales no es sencillo penetrar verdaderamente en los códigos culturales japoneses, con sus rituales de honor y muerte. Sin embargo, lo que te llega con diáfana claridad es la pureza de sus principios como son el honor, la lealtad y el estricto cumplimiento de los valores comprometidos. Las reglas del juego se establecen sin sombra de duda y eso se percibe como incuestionables verdades. Es la muerte la que se erige como implacable fiel de la balanza que determina la línea divisoria entre lo verdadero o falaz; lo honorable o miserable; la lealtad o la traición; lo respetable o lo despreciable; el ser o no ser. Eran los categóricos valores que acogían a los samuráis y, por extensión, al pueblo.
Más allá de las esencias espirituales de una cultura, que Kobayashi presenta en un escenario de una belleza y estética impecable, hay momentos memorables, como el del combate entre dos samuráis (el protagonista y uno de sus enemigos) en una llanura seca, azotados por el viento y el polvo, en una danza bellísima y mortífera. Película de culto, indudablemente.

Pepe Fuentes ·