MONÓLOGOS SOBRE ARTE
ARCO: Feria de Arte Contemporáneo 2021. Madrid.
1. Domingo, once de Julio de dos mil veintiuno.
No podíamos faltar. Nos enteramos de la celebración, fuera de las fechas habituales, en el último momento.
Desde dos mil siete hasta este año he fotografiado en la Feria ininterrumpidamente. Me salen quince ediciones con las consiguientes sesiones fotográficas (entiéndase discreto visitante con una cámara colgada del hombro).
Antes también iba, pero no fotografiaba.
Posiblemente he asistido a más de la mitad de las ediciones y este año celebraban la cuadragésima.
Siempre me ha interesado ver Arte actual porque, teóricamente, es el que me resulta más propio ya que todavía estoy vivo.
También, a lo largo del tiempo, me he sentido intrigado y vivamente interesado por entender el mecanismo y motores que hacen funcionar tan prodigioso fenómeno a nivel cultural, conceptual, social y económico.
Tengo que confesar mi absoluto fracaso ya que no he conseguido entender casi nada de nada, y no lo digo en términos absolutos porque lo que sí he entendido es que me gusta mucho el Arte Contemporáneo, aunque con matices.
Lo único que puedo argumentar en mi descargo es que difícilmente se puede entender algo a fondo si no estás dentro de lo que sucede; por ejemplo, conocer el mundo de las galerías, del mercado, de la crítica, en fin, ver, tocar y pisar el barro con el que se construye ese mundo tan glamuroso y hasta mancharte con las miserias que seguro hay por doquier, como en cualquier otro ámbito de intereses. No he tenido ocasión.
La Fotografía: No, no fuimos en Vespino hasta Madrid y la aparcamos en una galería con una ofrenda floral de plástico a la grupa (fuimos en nuestro coche). Era de agradecer que las flores no fueran de plantas vivas porque habría que regarlas cada dos o tres días (había una obra con sandías abiertas que parecían traídas del mercado por la mañana, aunque no, eran de resina, según he leído en algún sitio). Cuando el arte añade materias orgánicas que a veces lo hacen, el arte se pone hecho un asco enseguida. Elegí fotografiar esta obra por una motivación sencilla: me gustan mucho las motos (aunque nunca he tenido una) porque resultan muy fotogénicas (que se lo pregunten a García Alix), pero mejor las Harley-Davidson. Y, puestos a imaginar qué habría sido más bello y espectacular como elemento de transporte, yo habría preferido un caballo, pero eso sí que habría resultado complicado; aunque Calígula, hace dos milenios, ya nombró cónsul a su caballo Incitatus. Un caballo para la eternidad, lo que no conseguirán las vespinos. Me temo que la modernidad, al menos en esto, pierde.