2 DICIEMBRE 2021

© 2021 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2021
Localizacion
Madrid (España)
Soporte de imagen
-DIGITAL 12.800
Fecha de diario
2021-12-02
Referencia
3062

COLECCIÓN DE MISCELÁNEAS

TRECE: Sobre el perdón: instrucciones de uso para el Ofensor
“Además, a su edad ya debería haber aprendido que los hombres no piden perdón: hacen lo que hacen y dicen lo que dicen, y luego se aguantan”. Javier Cercas
Al ofensor solo le queda la expiación; el olvido del mal que ha infligido, soportar el odio del ofendido, o la reafirmación del gesto asumiendo con gallardía y cinismo la ofensa infligida.
El perdón nunca debería ser gratuito porque sería abaratarlo.
La expiación, siempre que sea justa, me parece la solución más honorable para él y para el ofendido. Toda culpa demostrada y sentenciada debe ser purgada, porque hará libres a ambas partes.
Si el ofensor puede olvidar el mal que haya hecho, sería la solución más económica para él; aunque tal vez cobarde y miserable, por muy inconsciente que sea.
En cuanto a soportar el odio del ofendido, me parece bastante tonto porque no sirve de nada. Es esforzado y estéril para ambas partes. Nadie gana con eso.
La opción de mantenella y no enmendalla, indudablemente la más descarada, plena de maligna soberbia, puede ser poco inteligente y seguramente costosa en términos espirituales.
Llegado a este punto, creo que es conveniente matizar algunos aspectos porque nada es tan fácil.
Para empezar, ¿qué puede hacer el ofensor con el perdón del ofendido? Mucho me temo que, si ha obtenido el perdón fácilmente, sin contraprestación, en vez de perdón se parecerá demasiado a una venganza: siempre será deudor ante el ofendido, y ese gran gesto se parasitará en su conciencia en forma de culpa de la que no podrá desprenderse, a no ser con olvido. Es un mal negocio, para el ofensor. Nunca debería aceptar un perdón así.
Por mi parte, situado ante la perspectiva de ofensor, preferiría que no me perdonaran, asumir mi condición y pensar que, si he ofendido a alguien, por algo habrá sido (gesto supremo de autoafirmación y confianza en mí mismo). Y, en ese caso, aceptar la expiación que me toque, como ley inexorable del mercado de la vida. El perdón gratuito nunca me salvaría de nada, porque no podría cauterizar mi conciencia. Llevado a casos extremos, me sirve el símil del reo que cumple condena porque en ese momento no deberá nada a nadie.
A lo largo de mi vida, y en cosas de poca importancia, cuando me he sentido herido por alguien lo he despreciado y me he alejado con naturalidad porque me salía de lo más hondo. No ha pasado absolutamente nada, he podido seguir viviendo sin ningún peso de conciencia. “Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón”. Jorge Luis Borges.
Conclusión: El ofensor, tiene derecho a la expiación para ser perdonado, y en caso de que no le concedan esta gracia, reactivamente, todo el derecho del mundo a que no le perdonen (perdonarle podría suponer esclavizarlo). Así como no perdonar él al ofendido, que ha provocado el desarreglo de su espíritu.
Sí, aunque parezca contradictorio, existe el odio del ofensor al ofendido.
Cada uno tiene que cargar con las consecuencias de sus acciones, es el único modo de ser libres todos.
Creo que este planteamiento no gozaría de la aquiescencia de los biempensantes impregnados de cristianismo (y otras religiones también), tan bobalicón en esta materia como en otras; pero que posee una lógica difícilmente rebatible que, a mí al menos, me deja tranquilo.
La Fotografía: ¿Perdonaban los Dinosaurios? Me parece altamente improbable. Con esos feroces semblantes es imposible pensar que pudieran hacerlo. Seguramente fue por eso por lo que duraron muchos millones de años. Nosotros, los humanos, con nuestras reblandecidas almas y tantos siglos de religiones a cuestas, no llegaremos ni a tres millones de años, ni mucho menos.

Pepe Fuentes ·