DIARIO DE LAS PALABRAS
Pavor
INTRODUCCIÓN
Estoy cansado de que no me pase nada y de este diario.
El diario se alimenta de las cosas que me pasan, y todavía más de las que no me pasan.
No sucede ni una cosa ni otra; a veces me pregunto si realmente estoy vivo y no me contesto, como siempre ante preguntas capciosas y peligrosas.
El diario tengo que alimentarlo para justificarme seguir con vida, por lo que no me queda otra que alimentar a este monstruo voraz que no se muere nunca (me moriré yo antes).
En consecuencia, me veo obligado a fabricar comida industrial para mantenerlo con vida y más o menos tranquilo. Ayer diseñé una nueva planta de fabricación de subterfugios, que se irá alimentando con un recurso inagotable: Palabras (el diccionario de la RAE contiene 93.111, lo cual me daría para vivir 255 años más, lo que no sucederá, me temo).
En abril del año pasado me inventé El Diccionario del Tonto, que era lo mismo (también recurría a las palabras) pero me resultó muy laborioso por lo que lo he cambiado por esta otra opción y formato, más desahogada, ahora que ya solo me dedico a enumerar pérdidas.
La elección de las palabras que traeré al diario será casi aleatoria y tendrá que ver con que disponga de imágenes propias e idóneas y que contengan un cierto poder evocador: realidad, emoción, sentimiento, concepto o sugestión estética, artística, literaria o poética. O algo así.
Y que tengan que ver conmigo y mis preocupaciones. O algo así.
El contenido literario se apoyará en gran medida en citas, así trabajaré menos y la calidad de lo escrito se enriquecerá sensiblemente. De este modo, todos ganaremos: quienes visiten el diario y yo mismo.
La Fotografía: Turistas en La Torre del Holocausto, del Museo Judío de Berlín. Espacio que pretendía recrear, sin conseguirlo (es imposible), las ominosas sensaciones de peligro inminente: angustiosas, opresivas, irrespirables e insoportables que pudieron vivir los cautivos condenados a morir. Además, también sirve como metáfora de los tiempos amenazadores que se avecinan.