10 MARZO 2022

DIGRESIÓN CINCO. Synecdoche, New York. EE. UU. (2008). Guion y dirección: Charlie Kaufman. Intérpretes: Philip Seymour Hoffman, Catherine Keener, Michelle Williams, Dianne Wiest, Emily Watson, Samantha Morton, Hope Davis. Jennifer Jason Leigh.
Hay películas en las que el actor que la protagoniza imprime un carácter muy profundo, omnímodo, y esta es una de ellas; Philip Seymour Hoffman, es capaz de llenar no solo la pantalla sino encarnar a un personaje complejo y hacerlo suyo o viceversa, o fagocitarlo hasta no concebirlo sino es a través de su carne enfermiza y su infortunio, tanto amoroso como profesional. Caden Cotard, director de teatro de éxito, concibe un proyecto imposible: llevar al teatro la vida, mediante una representación inacabable que haga posible universalizar la vida de uno mismo y de todos. El principio filosófico que alienta el sueño de Cotard es profundamente melancólico porque parte de la imposibilidad de la vida porque al fondo de toda existencia se encuentra la muerte, y eso, en principio, hace inviable cualquier sueño, o, mejor dicho, cualquier realidad o circunstancia que de sentido y paz a la vida de cualquier ser vivo. Cotard se siente morir y confía que su sueño teatral, que no es otro que transustanciarse en todos y eso le permita eludir la fatalidad (la vida del propio Cotard es la misma que la de los miles de millones de seres humanos, sencillamente porque a todos nos uniformiza la muerte y los avatares no dejan de ser detalles sin importancia). Su vida está fatídicamente vivida con sus pequeñas (o grandes) frustraciones vivenciales, como que le abandone su mujer junto a su hija, una malograda historia de amor, y un más aún frustrado matrimonio posterior. Los momentos finales, son antológicos, con un largo plano secuencia con el propio Cotard, anciano ya, recorriendo un paisaje urbano distópico, perfecta metáfora del fracaso del vivir y del propio Cotard. Interesantísima película.