30 ABRIL 2022

EL DÍA DE LOS EPÍLOGOS
El resumen del mes en formato de epílogo acaba pronto: un primer día dedicado a ya no me acuerdo qué; veintiocho a mi merodeo por Sicilia, acompañado por una mujer, que ha salido de mi vida (y yo de la suya).
Sicilia, magnífica, interesante de principio a fin. El periplo por la isla también tenía, al mismo tiempo, los matices vivenciales de una historia, supuestamente amorosa, que había durado seis meses y que desde el principio estaba abocada a terminar en Taormina o en Catania. Fue en Taormina, en el Bam Bar, tomando una granita y un capuchino, al sol, sin bollo (tanto Carmen como yo debemos atribuirnos una cierta originalidad en la puesta en escena).
Espero haber reflejado fielmente lo que sucedió a lo largo del periplo siciliano, donde no nos encontramos con ningún mafioso, por cierto, y en Corleone no estuvimos. Me gusta relatar los viajes que hago, lo que todavía no he averiguado es para qué. Quizá para que mis nietas, una vez muerto, sepan de mí (quizá proyecto el hecho de que a mí me habría gustado saber más de mis abuelos, sobre todo el paterno). Pero ni ellas lo leerán ni yo tengo claro que lo haga por eso. De cualquier modo, ni una cosa ni otra importan demasiado.
El relato mismo del viaje, tanto textual como fotográficamente, que es lo que verdaderamente interesa hoy, ha sido irregular, me parece, sencillamente porque es inevitable que sea así.
Si no, yo sería otro y eso no ha sucedido y no sucederá nunca.
Noto como el desaliento crece en mí ánimo ya de por sí escéptico, así que dejo ya de perorar haciéndome el importante, adjudicándome un infausto destino con ribetes de un malditismo inexistente. Solo soy un tipo corriente, acorralado por una aburrida normalidad cobarde, pusilánime y poco imaginativa; justamente la que yo me he creado para circular por el mundo.
La Fotografía: Una escultura del polaco Igor Mitoraj, que se encontraba en el entorno de Villa Casale. Metafóricamente: yo mismo, después del viaje.