SUSURROS A MI MÓVIL, de madrugada (6)
Domingo, 17 de abril. 6:50 AM.
…Seguí susurrando a mi móvil, sin parar, en una especie de estado de febril ansiedad. Pero todo lo dicho, una vez visto el mensaje que me he hecho llegar con el contenido de los últimos diez minutos, lo he borrado sin pensármelo dos veces, avergonzado de ni desesperante inanidad.
Tan solo me quedaban diez minutos (a las siete me he propuesto levantarme y dar por terminada la reunión conmigo mismo, mi iPhone y mi insomnio). Pero, no se me ocurre nada más que decir…
A ver, creo que tengo dos opciones, o rememoro lo que viví ayer, o imagino lo que podría hacer hoy. No sé…
Como lo que voy a hacer hoy sospecho que no será en absoluto digno de ser recordado, rememoraré lo que hice ayer…
Me levanté a las 7:00 de la mañana (como hoy), y eso que era sábado, subí al estudio a las ocho, previamente desayuné y deambulé un poco por la casa. A las ocho me senté frente al ordenador para escribir cualquier tontería parecida a la de esta madrugada. Lo hice.
A las 11:30 salí de mi casa con la cámara para ir al encuentro de mi prima Marisa, con la que había quedado en dar un paseo. Nos encontramos en la orilla del río; no, no en cualquier esquina o en cualquier plaza como la gente normal, sino en la orilla del río. Debe ser porque, como somos primos, tuvimos los mismos abuelos paternos en este caso, tenemos sintonía genética. Desde la orilla del río ascendimos despacio las cuestas que nos llevaron al centro. Dimos una vuelta tranquila por la ciudad hasta que llegamos a una plaza, concretamente la del ayuntamiento que estaba repleta de visitantes…
La Fotografía: Todos eran turistas, salta a la vista (el gran perro tumbado, también, pero se lo tomaba con calma). Las gentes de aquí, no solemos frecuentar esa plaza porque no hay bares y así no hay modo de que sea amigable. El colmo de la solemne seriedad: el Ayuntamiento, la Catedral y el Palacio Arzobispal. Nada más; bueno sí, hay una obra de arte contemporáneo a ras del suelo: una especie de lecho de arroyo repleto de raíces metálicas en el fondo sobre el que pasa agua superficial que va y viene gracias a algún artificio mecánico que creó Cristina Iglesias, al que no hace mucho caso nadie. Sin embargo, a mí me gusta mucho.