LOS MICROVIAJES: Madrid (2)
(domingo, diecisiete de julio de 2022)
…Se preveía un calor insoportable. Nada más salir de la estación de tren noté la incómoda y afrentosa bofetada de calor. Los augures meteorológicos tenían razón (casi siempre la tienen) ¡¡¡En realidad, ya es una profesión sin sentido desde que existen los teléfonos móviles!!!
Me encaminé hacia el Rastro. Pasé por delante del Museo Reina Sofía y me dije que tenía que visitarlo pronto (hace mucho tiempo que no voy).
Continué callejeando, siempre mirando hacia el oeste. Crucé alguno de los barrios populares de la ciudad. Llegué al mercado callejero que hacía muchísimos años que no visitaba. Primero bajé, desde la Plaza de Cascorro, por la calle Ribera de Curtidores hasta el fin de la calle; luego subí adentrándome por calles perpendiculares hasta plazas atestadas de puestos de venta. Me compré un cinturón de cuero por 6 €; después entré en una tienda erótica a ver como estaba de material (no confiaba en encontrar el artilugio mágico para animar mi marchita sexualidad, y, efectivamente, no lo encontré). Regresé hasta la plaza desde la que había partido, y poco antes de llegar a la estatua del valeroso soldado, me senté a descansar un rato.
Volví sobre mis pasos. Paré en la plaza de Lavapiés para enterarme de la programación de la próxima temporada del Centro Dramático Nacional (Teatro Valle Inclán). Seguí por la calle Argumosa hasta el Museo Reina Sofia, otra vez. En las inmediaciones, en torno a la una, había quedado en encontrarme con mi querida amiga Carmen.
A esa mala hora del día, ambos estábamos agobiados de calor. Nos sentamos en una terraza, muy calurosa, a tomar bebidas frías (cerveza y tinto de verano). Charlamos animadamente de nuestras cosas y de los secretos que compartimos. Cruzamos a un restaurante italiano donde comimos.
Después, otra vez al infierno de las calles recalentadas (42º). Antes de llegar al Museo Tyssen, donde teníamos entrada para una exposición temporal de Alex Katz (17:15 h), paramos en un hotel elegante a tomar algo fresco en el bar, con buena temperatura…
La Fotografía: En el Rastro tomé varias fotografías, en mi línea: -estuve en este sitio, y como llevaba la cámara, aunque no se me ocurría nada en especial, fotografié así, a mi modo, sin originalidad ni talento-. No me gustan las crónicas sociales naturalistas porque generan imágenes previsibles y ya repetidas hasta la náusea. Esta es una de ellas: absolutamente prescindible, a pesar de que las gentes se colocaron muy bien, sobre todo los cubanos que charlaban y reían; bebían: Coca Cola (el de la izquierda) y cerveza Mahou, el otro.