24 OCTUBRE 2022

© 2022 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2022
Localizacion
Madrid (España)
Soporte de imagen
DIGITAL 320
Fecha de diario
2022-10-24
Referencia
6510

LOS DÍAS (37, o los abrazos)
Sábado, veintidós de octubre de dos mil veintidós

Llevaba una eternidad sin salir a dar una vuelta; sí, estuve de viaje a primeros de mes, pero esa experiencia parecida al solipsismo, aunque no lo sea del todo, supone deambular por escenarios generalmente vacíos en los que a veces coincido con otros seres anónimos, también llamados turistas, con los que no dialogo y tampoco me abrazo. Por eso, lo de hoy sábado era otra cosa mucho más importante: vería a personas con las que me fundiría en sentidos abrazos. Amigos y conocidos, y todos importantes o muy importantes.
Especialísimo, el primer encuentro con Carmen, mi amiga Carmen, sustento de mis días, últimamente. Me invitó a comer por haber sido su cumpleaños el domingo anterior. Nos reunimos a las dos menos cuarto. Gran abrazo y besos; comida despaciosa en una pulpería. Estuvimos hasta las cuatro, disfrutando con una conversación salpicada de confidencias, risas y contento. Luego, paseo y parada para tomar algo. Yo, como obsequio, la llevé una copia analógica en 50*60 cm. Un gozo de encuentro de principio a fin. Abrazo y besos de despedida a las seis y cuarto de la tarde.
Después paseo por Madrid por zonas que me gustan especialmente: barrio de las letras, plaza de Santa Ana, calle Alcalá, Paseo del Prado y recorrido en coche hasta Vallecas, donde viven mis grandísimos amigos Armando y Mamen. Más abrazos y besos. Fuimos a cenar a un bar popular de Vallecas (mucha y sabrosa grasa).
Decidimos seguir la broma y el feliz encuentro, yéndonos de copas. Pensamos en varios sitios posibles, pero nos decidimos por lo seguro, nuestro local de referencia, donde hemos Vivido Felizmente miles de horas de nuestras noches durante muchos años. Ir a ese lugar es como estar en casa, pero a media luz. Claro, nada más llegar el portero, Gery y uno de los dueños; abrazos con ellos, por supuesto. Dentro, otro de los dueños y el encargado de barra; abrazos, naturalmente. Poco después llegó la decana de los dueños y madre de la saga (de mi edad), amiga desde hace veinte años. Abrazo y besos. Durante casi dos horas que permanecimos allí, me encontré con clientes conocidos de otras épocas; abrazos con todos ellos (en torno a quince o veinte en total). A las tres de la madrugada decidimos marcharnos, abrazos con todos los que me encontré a la llegada (Gery y dueños del local).
El día había concluido con decenas de besos y abrazos y eso, para mí es absolutamente excepcional, aunque posible, según pude comprobar. Tengo que reconocer el valor terapéutico del contacto afectuoso con otras personas, aunque me resista a asumirlo.
Sin embargo, hay otro aspecto de mi vida, el de verdad, el real, el cotidiano, en el que no existe esa profusión de presencias cariñosas, tal vez engañosas, me digo, sino todo lo contrario: la vida solitaria y callada donde predominan las cuestas arriba y las sombras. Sí, ya sé, que la sabiduría vital consiste en mezclar armoniosa y sabiamente ambas cosas. Lo intentaré. Al fin y al cabo, soy perfectamente consciente de que yo sé abrazar, que no estoy negado para esas vivencias tan humanas, porque soy, incluso, demasiado humano; lo que sucede, tan solo, es que no practico.
Mañana comienzo en el diario un bloque de días que hablan de la vida sin Abrazos.
La Fotografía: En el discurrir de mi gratísimo paseo por Madrid, se me ocurrió hacer esta fotografía, tan esplendorosa y vital. Como la propia imagen, además del escenario, hizo que me sintiera optimista y contento, decidí enviársela a una mujer, con la que nada va bien e invitarla, implícitamente, a que viniera a compartir conmigo las estupendas sensaciones que estaba viviendo (ella vive en Madrid). Ni siquiera me contestó. A pesar del festival de abrazos del día, que tan feliz me hicieron, hay personas que prefieren mantenerse desatentamente alejadas. Lo asumí y olvidé mientras paseaba, sin más. No estaba dispuesto a que algo así me estropeara el estupendo día que estaba pasando.

Pepe Fuentes ·