LOS DÍAS, 4
Sábado, treinta y uno de diciembre de 2022
“Flashback” (y 3) …
Ahora son las 12:19 y no sé qué pasará el resto del día. Apuesto doble contra sencillo que nada en absoluto. Y ganaré.
No obstante, dejaré abierto el texto hasta las doce de la noche para ir anotando lo que no suceda.
23:30. No, no pasó nada, nada de nada. Aunque, bien mirado ha sido mucho mejor eso que cualquier otra opción más “simpática”.
Solo hablé con mi hijo, en torno a las ocho de la tarde. Ni siquiera recibí un solo mensaje de felicitación de año nuevo; bueno, perdón, sí, uno de una mujer, a la que no conozco, procedente de la página de contactos a la que estoy suscrito, que me envió este mensaje: “Hola, Pepe Fuentes. Felices uvas y feliz año 2023”. Ya está. Correspondí educadamente a tan buenos deseos, aunque yo sin uvas.
Será verdad que me he deconstruido tan pertinazmente que lo he conseguido: ahora tan solo soy un vago, indefinido e indefinible recuerdo desenfocado, aunque no sé para quién. Tan solo soy lo que fui sin ser. Nada más. Exclusiva materia de olvido.
En dos mil veintitrés, me temo, o no; solo me materializaré con perfiles y textura propia con Mi Charlie (porque duerme conmigo y le doy de comer); y con Gonzalo, mi peluquero del barrio, porque me afeita la cabeza cada quince días (solo por fuera).
Creo que voy a cerrar el puto año dos mil veintidós, ya está bien de marear la perdiz con asunto tan trivial como pasar de un año a otro. No es para tanto…
La Fotografía: Mi abrigo largo negro, el que llevé en el entierro de mi madre (que ya es olvido desde hace veintiocho años, aunque no para mí). Este maravilloso abrigo, tan apreciado, ha quedado para misiones trascendentes porque es el que utilizo como vestuario de mis fotos que hablan de la soledad, el silencio y el aciago destino. El escenario, apropiado para el cuentecito.