DIARIO ÍNTIMO 42
Nada tengo que contar… o sí
Miércoles, cuatro de enero de 2023
Llevo dos días, tres, o quizá más, absolutamente bloqueado. Por primera vez en mucho tiempo, casi años, tal vez, que no sé qué escribir en este diario. Tampoco qué fotos publicar. Es como si algo se hubiera roto en la cadena interminable de días y publicaciones. Estoy asustado: -mira que como se te haya acabado el rollo del diario, tu perfecta coartada para afrontar la estúpida sucesión de días y días, estarás arreglado, a morir, tío-
Sí, ya sé que nada hay que pueda considerarse eterno, todo acaba. Pero siento un miedo cerval a qué termine por consunción mi querido diario. No sabría como seguir con mis días. Es lo más importante de mi vida ahora (antes también). Tiemblo.
Recordaré ahora mi cuentecito triste navideño, que quien siga este diario sabe cómo terminó. Pensaba, de verdad, que todo había quedado enterrado (ella estaba bloqueada en mi wasapp); pues bien, esta madrugada, mediante correo electrónico:
“Hola Pepe, soy tu …!!! (…) En uno de nuestros arrebatos borré tu número y ahora ya no puedo contactar contigo por wasap (…) Me encantará recuperar nuestro contacto y enviarte fotos preciosas de estas fiestas”.
Es digno de resaltar que diga: me encantaría, en vez de necesito…, por eso este mensaje no es digno de ser tenido en cuenta más allá de lo meramente circunstancial de una relación amistosa, pero líquida y convencional. Mejor así, sin duda, ya que ninguno de los dos fuimos capaces de mantener una relación más comprometida (bueno, yo sí). Con esta mujer, se acabaron las relaciones tormentosas, al menos por mi parte. Que todo se desarrolle o deslice en un marco benévolo, atento, respetuoso, y si no, pues No. Se corta, y punto. Por la tarde cruzamos algunos mensajes cordiales, simpáticos, como debe ser entre personas educadas y asépticas emocionalmente (inteligentemente, no hemos retomado nada de lo que sucedió antes del veintidós de diciembre). Yo nunca discuto con mis amigos, todo es afabilidad y atento respeto entre nosotros. Y si eso no es posible, sencillo, dejamos de ser amigos y a otra cosa.
Esta mañana oía en audible, en una novela de Sara Mesa (La familia), la descripción de un niño de nueve años que era capaz de manejar sus intereses y emociones con tal inteligencia que conseguía no ser ofendido por nadie. El flotaba por encima de las bobas contingencias, por qué, porque había conseguido ser el puñetero centro de su vida y sus intereses y estaba más allá de enfados improductivos…
La Fotografía: Yo no tengo fotos preciosas de “mis fiestas”, sencillamente porque no he tenido “fiestas”, luego mi foto solo puede ser esta, tan hermética y transparente al mismo tiempo para quien esté convenientemente informado de mis hechos.