20 FEBRERO 2023

© 1987 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
1987
Localizacion
Olga (Toledo, España)
Soporte de imagen
-120 TMAX 100
Fecha de diario
2023-02-20
Referencia
5152

DIARIO ÍNTIMO 57
Mujeres que me gustaron y a las que quise (Epílogo)
Sábado, dieciocho de febrero de dos mil veintitrés

“Sus miradas
desarman.
Sus caricias
te pueden reducir
a un pobre
imbécil.
Son como el alumbrado
de la vida.
Las mujeres
Lo máximo”.

Karmelo Iribarren
Sí, para mí las mujeres lo han sido todo, sin haber sido jamás un mujeriego.
Ahora, tanto tiempo después de todo, de la vida incluso, no acierto a entender completamente por qué.
Conozco a hombres que se han visto arrastrados por un poderoso impulso sexual que les hacía desear locamente a las mujeres. Yo no.
Hombres que no concebían la vida sin la protección nutricia de los pechos de sus mujeres. Tampoco los he acompañado en ese viaje.
Románticos idealizadores de la belleza femenina. Yo también he seguido ese culto, pero no solo, porque buscaba algún tipo de equilibrio y belleza en la unión con las mujeres.
Tal vez, la razón última ha estribado en que ellas encarnaban la prolongación de mí mismo y de mis más íntimos anhelos. Enamorarse del amor, que al parecer dijo Agustín de Hipona, y corroboró Freud: “… el amor al amor, es el amor a uno mismo, pero en ese uno mismo cabe el mundo”. (Nosotros, Manuel Vilas). Vivir en la fantasía del amor a uno mismo encarnado en una mujer. Puede que yo haya vivido instalado en esa entelequia. Parece próxima al trastorno; pero no, nunca me he sentido dañado por esa razón. Todo lo contrario, me ha ayudado a soportar el peso del mundo. A conjurar la opresiva y banal normalidad.
Conozco a mujeres que viven intensamente ese desdoblamiento peligroso, pero sin ni siquiera sospechar que lo hacen.
Aparte de mis debilidades narcisistas, que no quiero explorar ahora, prefiero quedarme en algo más básico, epidérmico y esencial: el inmenso placer, el gozo que me proporcionaba un cuerpo deseado y amado; unido a una comunión de intereses y ganas de estar junto a la otra persona. Sí, esencialmente creo que ha sido una motivación tan sencilla como esa. Sentirme protegido y protector. Y ambos, juntos, salir al mundo a vivir.
Esos valores que me han sustentado, los humanos lo hemos dado en llamar amor, y yo he asumido esa denominación y ese estado desde que tengo uso de razón. Cuando no lo he tenido lo he buscado denodadamente. Ahora ya tengo los brazos caídos y me siento a merced del infortunio.
He transitado por la vida con ese apoyo, y quizá, también carga, porque me imponía cumplir con esa exigente necesidad. En este momento, época de ajuste de cuentas, me siento plenamente satisfecho de cómo ha sido mi vida en el amor. Sin él todo habría sido mucho peor. Me considero, por todas las experiencias vividas, como un hombre afortunado, no tanto por lo que yo haya podido hacer y no hacer (en amor, como en otros muchos aspectos, es casi más importante lo que se rechaza que lo que se acepta); sino, sobre todo, porque con las mujeres con las que me he ido encontrando y compartiendo, aunque haya sido tan solo brevemente, han sido las mejores posibles para mí.
Por el contrario, ahora, mi presente y futuro está amenazado porque ya ni me siento ni soy un hombre mimado por ellas, por las mujeres. Mis hadas protectoras, siempre femeninas, me han abandonado en una curva cualquiera del camino o del tiempo, y ahí me he quedado, en la cuneta, varado y hasta denostado. O tan solo ignorado. Es lo que me toca vivir ahora y sabré hacerlo. Que tampoco ellas esperen nada de mí, sencillamente porque las mujeres que ahora me tocarían en suerte no me van a gustar, seguro. No me plegaré a ninguna que no sea maravillosa y que me ame sin sombra ni duda; porque si no es así, yo tampoco podré amarla a ella y, entonces, no merecerá la pena el empeño. Ahora, más que nunca, solo es posible la belleza y el mejor de los mundos posibles. Y si no; pues No.
“Porque nada podemos pedir
Nada merece ser pedido
Nada es ya digno de ser pedido
sino esto
los misterios del amor
y la contemplación de la belleza,
la emoción de ese ensueño
como la mejor despedida al mundo que amamos”.

José María Álvarez
La Fotografía: Soy consciente que este relato de varias entradas no es sino un ejercicio nostálgico, aunque no lo reconoceré nunca, a pesar de la prueba evidente de las fotografías, en el que todas son de mujeres jóvenes. No he sabido como han envejecido ninguna de ellas, salvo Naty y yo mismo. El retrato de hoy, una amiga breve en los años ochenta. Cuánto echo de menos a aquellas mujeres ahora, su calidad, su belleza, su espíritu amigable por contraste con las mujeres con las que me cruzo ahora, muy pocas, no sé si para bien o para peor. Ahora ya no son generosas conmigo; creo que tampoco con ellas mismas. Sabrán por qué. Yo, no.

Pepe Fuentes ·