ADENTRÁNDOME EN LAS TINIEBLAS 27
Sábado, dos de septiembre de 2023
… No quiero cerrar este díptico conmemorativo del final de un tiempo bueno, sin referirme a mi vida en estos dos últimos años (no puedo hacerlo de la de Naty, porque desconozco de su vida, salvo a grandes rasgos y a propósito de lo único vivo que compartimos: nuestro Charlie).
Además, ella lo tendría que contar en su propio diario.
Habíamos pasado todas las reválidas imaginables, pero finalmente suspendimos la última asignatura, en el último examen y en el último minuto (bien, porque la perfección es un asco).
La diferencia de edad hacía que el tempo vital fuera asimétrico y se desajustase.
Si fue así, es porque así tenía que ser. Nada que lamentar si aceptamos lo que somos. Y, por supuesto, la vida como viene y como la hemos llevado (no hay otra forma de vivir).
Mi vida en común con Naty acabó en muy mala hora para mí, dada mi ya avanzada edad; precisamente cuando empezaba a tener menos impulsos para -hacer- y los recursos daban muestras de agotamiento.
La calidad de mi vida será peor en el futuro porque también cada día me sentiré más solo (es lo natural, el paso del tiempo solo agravará esa sensación y eso es inmutable ley de vida).
Se me viene encima una época en la que el amparo en una vida compartida y mutua protección y ayuda, sobre todo afectiva y física, se hará más y más conveniente, por no decir necesaria. Y eso siempre y cuando la enfermedad no aparezca (entonces a morir).
Pero que no cunda el pánico, porque, lo que acabo de decir no dejan de ser pamplinas y chocheces sin importancia, y lástima, vive Dios, jamás me permitiré inspirársela a nadie.
Por mí, se pueden ir todos a la puñetera mierda.
En estos dos últimos años, cualquier deseo que ilusoriamente me he forjado, invariablemente, se ha frustrado.
La edad determina toda tu vida actual y por supuesto tu mundo de relaciones interpersonales y existenciales. Por si fueran pocas las tinieblas, cierto es lo que dijo Aristóteles: “Amigos, no hay amigos”.
Atrás quedó el tiempo en el que el margen de maniobra vivencial era infinitamente más ancho, más grande, más estimulante. Ahora ya no gestiono socialmente casi nada, porque ya no queda casi nadie (antes tampoco), pero al menos me movía con relaciones superficiales, pero presentes y entretenidas.
Ahora ya solo me queda maniobrar con la edad y el tiempo cotidiano, sin más, que no es otra cosa que conjurar sombras buscando algo de luz todos los días.
No cambio absolutamente nada de lo que me ha sucedido en estos dos últimos años, es más, agradezco que pasara lo que pasó porque me ha permitido vivir experiencias imprevistas: divertidas pocas, tristes la mayoría, pero todas diferentes. Algunas excitantes y eso no ha estado nada mal: el deseo me ha visitado alguna vez y eso ha sido prodigioso.
También muy malas personas (mujeres), pero serán pasto de olvido y maldición.
La buena noticia es que el estado de cosas actual me aboca a la dura pelea por no morir mañana y a vestirme con el traje de superhéroe todos los días, incluso sin ganas.
La Fotografía: Yo, en la no tan bonita edad de 57 años (aunque la era cincuagenaria, ahora ya puedo decirlo sin sombra de duda, ha sido la mejor de mi vida). En la época de la fotografía (Turín) seguíamos viajando siempre que podíamos y siempre solos, despreocupada y alegremente, sin que el paso del tiempo de viaje nos pesara nunca a ninguno de los dos.