LOS DÍAS 59
Lunes, once de Septiembre de 2023
“El deber de un hombre solo es estar aún más solo”. Emile Cioran
Ayer, domingo, maldita sea…
No sé por qué suelen ser los peores días de la semana. No tengo ni la más remota idea. No obstante, me parece una solemne tontería achacar la culpa a un solo día.
Lo que sí sé es que el día se me hizo largo y pesado y a última hora de la tarde la crisis llegó a ser insoportable. A las seis y media ya no podía más, pero aún quedaban cinco horas hasta la hora de dormir. Hice lo que no hago jamás, es más, no recuerdo haberlo hecho nunca: sentarme a las siete de la tarde a ver una previsible serie de intriga judicial. No lo hice por gusto, sino por desesperación, maldita sea…
Cuando me preparaba la comida (hablo de ayer), que ventilé en media hora (tenía guisos hechos), no pude evitar recordar cómo eran las horas de mediodía de hace tan solo unos poquitos años y durante muchos… Naty y yo nos sentábamos en sendos taburetes altos frente a la encimera de la cocina, bebíamos cerveza o Martini mientras charlábamos animadamente de cómo nos estaba yendo en las salidas nocturnas del fin de semana (viernes y sábado), mientras, yo preparaba aperitivos fríos y calientes. Esas horas al calor de la anécdota, el chismorreo y la risa, eran los mejores momentos de nuestros fines de semana largos, durante bastantes años.
Eso ya no existe ni existirá nunca. Ahora, en mi vida, esos momentos, y los demás, son silenciosos, rápidos, sórdidos y plenos de displacer. Todo acaba, inexorablemente. Y, no, no es que ahora los domingos sean los peores días de la semana porque la soledad se ha instalado en mi vida (que también), sino porque la soledad y la sordidez (como la enfermedad), antes o después llega para quedarse. No hay solución para eso.
La Fotografía: Un domingo cualquiera de ahora. Pero eso sí, con sombrero.