CARTA A LUCÍA MAE XVI
Hola, Lucía, felicidades por tu cumpleaños, un año más, y ya son Dieciséis. Utilizo impropiamente la mayúscula para resaltar el maravilloso acontecimiento. La carta número dieciséis: un año: una carta. Así vamos bien. Estoy encantado observando tu vida desde lejos. Todos los años lo digo, pero a medida que te adentras en el tiempo, en el de tu vida, tan rico en hechos y en momentos felices para ti, yo, me siento encantado. Aunque no hablemos, eso es una especie de costumbre que se ha instalado entre nosotros y que tiene su origen, me parece, en el hecho que estemos alejados en el espacio y en ciertas dificultades con el lenguaje (tú tienes tu lengua cotidiana y yo la mía). Eso no facilita las cosas. No obstante, cada semana tengo puntuales noticias de tu vida, que se cuenta con éxitos, a través de lo que me dice tu padre. Has comenzado tu segundo año de instituto, pronto conducirás tu coche y tus logros deportivos son habituales.
Desde hace dos años vengo diciéndote que los años que cumples son el mejor momento de la vida, y, aunque me repita y eso puede parecer que algo falla en mis entusiastas apreciaciones, no qué va, es cierto, tus catorce, quince y este año dieciséis, son los mejores. Y qué decir de los que se avecinan, los dieciocho, por ejemplo, pues nada, que serán gloriosos.
Creo que es mi deber como hombre grande en tu vida (viejo), es darte alguna consigna porque si no, no me parezco un Grandpa, ni nada. Tan solo un lejano referente sin perfiles.
Lo que se me ocurre en este momento, de noche todavía (7:30 horas), y con Mi Charlie, tumbado en su cama-atalaya, es que procures no perderte demasiado en las falsas virtualidades que significan los tiempos actuales (léase relaciones globales a través de la artificiosa mensajería). Sí, me refiero a que por más que nos empeñemos en dotar de autenticidad a esa histérica dinámica, lo que prevalece muy por encima de toda fácil virtualidad es nuestro cuerpo, nuestra realidad, nuestra textura emocional, nuestro cuerpo físico, nuestra mirada curiosa y nuestros sentidos en tiempo real. El territorio intangible es tremendamente peligroso porque nos desvitaliza, o todo lo contrario, nos excita artificiosamente; la vida de verdad no se juega en ese campo. Bueno, tómate lo que acabo de decir como un adorno de abuelo, porque, ya sé que tú harás lo que mejor convenga a tu vida y eso estará bien. Estoy seguro de que serán las mejores elecciones que tomes. No, no soy reaccionario a la modernidad, qué va, soy de los más modernos de mi edad, simplemente es que deseo compartir algo contigo, ya que tan solo nos vemos una vez al año. Por otro lado, las meras fórmulas o códigos de comunicación de cada momento son meros convencionalismos o modas a las que tampoco hay que dar demasiada importancia, siempre y cuando no nos aparten de lo más importante: el cómo somos verdaderamente.
Te quiero y admiro, Lucía; muchas felicidades para ti hoy. Un gran beso.