LOS MICROVIAJES: a Villanueva de los Infantes (y 8)
Jueves, cinco de octubre de 2023
… Después de comer, otra vez calle Cervantes arriba, tenía el coche aparcado en la Plaza de San Juan, en uno de los extremos de esa plaza principal. Decidí acercarme al yacimiento arqueológico, Jamila, en los alrededores. No me pareció especialmente reseñable. Fue un momento de desconcentración viajera porque muy cerca se encontraba un punto más interesante: Santuario de Nuestra Señora de la Antigua, en el que ni siquiera pensé en ir (me pasó desapercibido a pesar de que estaba en el folleto que me habían dado en la oficina de turismo).
En torno a las cuatro inicié el regreso, pasando por las Tablas de Daimiel, donde nunca había estado.
El soleado día me estaba resultando sumamente interesante y agradable, y no solo porque todos los puntos a los que me acerqué lo fueran, si no, también, porque yo me sentía en paz, relajado y sin el menor atisbo de ansiedad o impaciencia que me fastidiara el día.
Por si fuera poco, la pequeña ciudad y sus gentes me parecieron encantadoras. Las mujeres fueron agradables y atentas con sus informaciones y, por si fuera poco, la comida que me sirvieron los rumanos, sabrosa, también.
Al igual que me había pasado hacía quince días en Castilla León, la tranquila conexión que conseguí establecer entre lo que veía y lo que eso mismo transmitía a mi estado de ánimo, era fluida, perfecta y placentera.
Llegué a las Tablas a las cinco, más o menos. Hice uno de los recorridos (amarillo), por las pasarelas de madera sobre las lagunas. Grato también, pero la excursión no me proporcionó especial placer, aun reconociendo su interés.
Llegué a mi casa a las siete y media, bastante cansado.
La Fotografía: Vista parcial de las Tablas, desde una de las casetas de observación de las aves. Nada más se me ocurre decir al respecto.