LOS DÍAS 83
Jueves, veintiuno de diciembre de 2023
Salí a dar mi paseo diario a las ocho de la mañana, de noche casi (me encantan las noches interminables y los amaneceres demorados). Llegué a la brumosa orilla del río aterido de frío y acechado por el desánimo. Nada más pisar la senda vi que se aproximaba una nueva conocida de paseos caninos, sé cómo se llama pero ahora no me acuerdo, y, además, no viene al caso. Es una mujer en el entorno de la era sexagenaria, pero en la parte baja de la década, por lo que podría ser objeto de mi interés, sexual incluso, pero no (siempre lleva un mismo sombrero que no me gusta). No obstante, es simpática. También es alta, lo que la favorece. Lleva dos perros, uno chico, blanco y otro grande, negro (cachorro), que me hace fiesta cuando me ve (me pone las patas en el pecho, pero yo no le correspondo haciendo lo mismo). Cruzamos un breve diálogo reconociéndonos locos ambos por nuestros extemporáneos esfuerzos. Mi Charlie, sin embargo, no dijo nada, es más, no hizo ni puñetero caso ni a ella ni a sus chuchos, pasó por su lado como si no existieran (todavía tengo mucho que aprender de mi indiferente perrito).
Volví a mi casa a las diez y me dispuse a ir a la clínica dentista, a que me colocaran un implante, operación que realizaron con éxito; no sin que antes amonestara a las dos mujeres que lo hicieron por haberme hecho esperar media hora: les dije que las once (cita), no eran las once y media (cuando me atendieron), diciéndoles que yo tenía los minutos tasados. Era verdad, o mentira, pero eso no era de su incumbencia. La pérdida de mi tiempo si era de la mía. No se disculparon, que era, simplemente, lo que debieron hacer y ya está; así que, probablemente, a esa clínica no vuelva.
Volví a mi casa y hablé por teléfono con un amigo de toda la vida, aunque ahora hacía casi dos años que no hablábamos ni nos veíamos. Me informó que había sufrido una operación quirúrgica de la que afortunadamente había salido bien parado. Lo sentí por él, y además, me visualicé tendido en un quirófano para que me hicieran lo mismo que a él y anímicamente quedé desoladoramente afectado toda la tarde e incluso parte de la noche. Mi amigo y yo quedamos en vernos en breve. Seguramente hablaremos de lo que nos pasa y de lo que no. A estas alturas de nuestras vidas, desde luego, cosas buenas pocas o ninguna.
Ah, también fui al Súper (Mercadona), y dado que estamos en plenas fiestas navideñas me dije que debía darme un homenaje, para no ser menos que nadie, así que me compré una bolsita de mazapán que tanto me gusta (2 €); sí, y también una especie de bocaditos de queso, tipo aperitivo (4,50 €), por lo que salí del Súper tan contento con una sensación de estar absolutamente integrado socialmente ¡¡¡yo también celebraría las navidades como todo el mundo!!!
Ya no hice nada más en el dichoso día.
La Fotografía: En el paseo de madrugada por la senda del río, hice dos fotos, una evocadora de la atmósfera fría de la mañana (exaltación poética de la bruma que acariciaba la superficie del rio y la orilla contraria, plena de sugestión impresionista conseguida con un lejano desenfoque, muy bonita la foto), y otra, esta de hoy, a la que he dado una interpretación sombría y amenazadora, acordándome de las indeseables operaciones quirúrgicas en la edad tardía.