DIARIO ÍNTIMO 89.1
Tragicomedia negra en tres actos
La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo (Génesis), mutó en mujer tentadora, encarnación perversa del mal.
Jueves, veintiocho de diciembre de 2023
“Todo lo que empieza como comedia acaba indefectiblemente como comedia”. (de los Detectives Salvajes, de Roberto Bolaño).
Con mi amigo psicoanalista del que escribí en días pasados, hace más de un año, aproximadamente, hablé de una mujer que había aparecido en mi vida a través de las imposibles e inauditas páginas de contactos sentimentales.
La experiencia estaba resultando extravagante, a veces molesta, a veces excitante, pero siempre inquietante por anormal.
Mi amigo (psicoanalista), hombre sensato y experimentado, me recomendó que me alejara de esa persona (a priori parecía una histérica, tan molestas siempre), con la que yo me había obsesionado. Solo te causará daño, me dijo. Mi amigo, sin conocerla, sabía de lo que hablaba. Yo, sin embargo, que la conocía aunque solo fuera virtualmente, no sabía de lo que hablaba.
Fui enterándome con sangre, porque la historia venía cargada de muy mala índole (era la peor e inaudita versión del histerismo).
“Despreciando al otro, los perversos creen que se revalorizan. Ahora le corresponde a la víctima justificarse y demostrar lo contrario. El agresor creerá entonces muy fácil desmontar sus argumentos y así ir hundiendo progresivamente a su víctima en un caos pernicioso, un caos que en origen es del perverso, pero que evacúa en el otro para liberarse él, al mismo tiempo que culpabiliza a su víctima…”. Jean Charles Bouchoux
El reparto de papeles de la tragicomedia estaba claro.
En las representaciones a cada uno de los actuantes le toca defender su papel con los atributos que le son propios y hacerlo creíble.
A mí me tocó el papel de víctima infeliz.
Por eso, ahí seguí, cruzando mensajes ora cálidos y amorosos, ora insultantes y aversivos. Tanto por su parte como por la mía; y cada uno manteniendo nuestros respectivos personajes melodramáticos (sádico el suyo, masoquista el mío).
Pasó el tiempo y no me alejé sino que seguí enfermizamente apegado a los malditos e hirientes WhatsApp, que constituían nuestro formato de incomunicación para mí y arma de mentir y torturar para ella. A lo largo del tiempo se produjeron épocas de tregua con mutuos bloqueos que ella siempre rompía pidiéndome el restablecimiento de la relación; pero eso sí, jamás permitiendo un encuentro, es más, ni siquiera una llamada telefónica.
El autor del maquiavélico y desigual libreto, que urdió en el intangible espacio de la voluntad de los personajes, fue especialmente inclemente y cruel con el mío. Estrechó mi registro hasta el desprecio. No tuve margen para el adorno y la autoafirmación, solo para el afligido lloriqueo.
“Las víctimas…son a menudo, generosas, sinceras, amables y abiertas a los demás; tienen confianza en la relación, pero muestran ingenuidad; les falta confianza en ellas mismas; buscan una relación que les ayude a estructurarse; se muestran excesivamente empáticas y responsables. La víctima es también protectora, ama, consuela, da seguridad; acepta las críticas y se culpabiliza fácilmente; renuncia con mucho gusto a su espíritu crítico, a su autonomía y a su dignidad; quiere complacer siempre y dar lo mejor de ella misma; acepta someterse, se ilusiona y persiste en su investidura afectiva”. Jean Charles Bouchoux
Mi partenaire se había reservado el papel de dominatriz y el poderoso dominio de su personaje la ensoberbeció; ya solo se complacía metiendo sus asquerosas manos en las heridas de su víctima. Su gozo consistía en martirizar a mi personaje. Hacerlo, sin motivo aparente. Probablemente, solo tenía el objetivo de liberarse de su angustia con víctimas puras y propiciatorias como la que yo representaba.
En situaciones así, es probable que la víctima se haga dependiente del victimario, ya que en su ingenua debilidad puede sostener un cierto sentido y confirmarse dramáticamente en la infamia de la que es objeto.
También ella, que sostenía placenteramente el personaje gozador gracias al dolor de su víctima; por el efecto reflejo que la constituía, se hizo dependiente de su víctima: sin ella no había juego posible, no había cuento, no había representación y a su vida le bajaban el telón. Comportamientos adictivos de doble circulación; así se construyen los desastres y los melodramas.
“Los perversos narcisistas (…) no permiten que sus víctimas se alejen de ellos. Son fríos, no conocen la culpabilidad y no dudan en culpabilizar a los demás (…) Para crecerse, se alimentan de la imagen de su víctima: cuanto más la menosprecian, más fuertes se sienten. Si sienten angustia, rápidamente hacen experimentar al otro la misma emoción”. Jean Charles Bouchoux
La Fotografía: “Siento las oraciones, su lentitud, como serpientes bellísimas que pasaran sobre mi corazón». Antonio Gamoneda